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— Mire, seré breve y claro –dijo el doctor con una mueca de molestia al notar que la señora no lo entendía–. Su hijo, milagrosamente, no ha sufrido ningún daño en la columna o médula espinal. Aún así, deberá ir a rehabilitación los próximos meses, pues tiene bastantes huesos rotos –el señor tomó un descanso para que la madre del chico se recuperara antes de seguir hablando–. Por otro lado, tememos que su hijo haya sufrido algún golpe en el cráneo y, a su vez, esto traiga consecuencias como dificultad al hablar o, incluso, pérdidas de memoria.

— ¿Y cuándo podremos saber si ha ocurrido eso? –susurró para no llorar–. Lo del golpe en el cráneo, quiero decir.

— Lo sabremos cuando despierte –el doctor guardó lo que parecía un cuaderno de notas en su bolsillo e introdujo las manos en cada uno de los del pantalón, para después girararse y volver a atender a otro paciente.

La señora volvió a la habitación de su hijo, acercó una silla a la camilla de éste y se sentó en ella. Tomó su mano y la apretó, mientras se decidía sobre qué decir.

— Taylor... –comenzó–. Ha venido el doctor y no con muy buenas noticias. Tu columna está bien, pero... –su voz comenzó a quebrarse– quizás no me recuerdes cuando despiertes... –sollozó.

Le dolía mucho ver a su hijo en ese estado. Su cuerpo amoratado, las máquinas a las que estaba conectado y las vendas en brazos y cráneo, no hacían más que darle ganas de vomitar a la señora. Pues, ¿a qué madre no le ocurriría eso al ver a su hijo de tal forma?

— Han venido Trey y Aaron a verte –dijo por fin tras unos minutos en silencio–. Te han traído esos muffins que por alguna rara razón te gustan tanto –río leve pues, ¿de qué servía llorar? ¿No estaba vivo su hijo? Eso era lo único que ella deseó cuando se enteró del accidente–. Aún así no quisieron pasar aún a verte. Decían que no estaban preparados para ver a su mejor amigo en estas condiciones –soltó un suspiro–. Pero yo tampoco lo estoy...

La señora se quedó el resto del día observándolo dormir, tomando su mano y acariciándola mientras repetía: Tranquilo, cariño. Todo saldrá bien.”

Al anochecer, se dispuso a salir de la habitación para tomar un poco el aire y, quizás, comer algo. Llevaba más de 24 horas sin probar bocado, pues el accidente hacía que las náuseas se adueñaran de ella cada vez que veía algo de comida. Pero, en aquel momento, un quejido ronco y suave hizo que se girara sobre sí misma.

— M-mamá...

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Bueno, así serán prácticamente todos los capítulos, aunque seguro habrá algunos más largos.

¡Gracias por leer!

Amnesia (Shaylor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora