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Como aún no era capaz de moverse con agilidad, Tristen estaba ayudando a su hermano mayor a acomodar todo lo necesario para el viaje en la maleta.

Cuando estaban a punto de terminar, la señora Caniff entró en el cuarto con buenas noticias.

— Pequeño, ¡adivina quién ha venido! –Taylor hizo una mueca y miró mal a su madre. Casi no recordaba a nadie, cómo se supone que iba a saber quién quería visitarlo. Ella se sonrojó al darse cuenta de la estúpida pregunta que había hecho y continuó–. Bueno, Trey está abajo, ¿quieres que le diga que suba?

Trey. ¿Quién diablos era Trey? Por el tono de tranquilidad y confianza que su madre tenía, debía de ser un viejo amigo suyo. No estaba seguro sobre si quería que ese chico subiera. Si ya le cuesta bastante lidiar con su hermano, del que apenas se acuerda, ¿cómo va a mantener una conversación con un chico del que no sabe nada?

Pero sabía que no podía negarse. El chico se merecía, al menos, poder hablar con él. Y a Taylor ya le había entrado la curiosidad sobre cómo sería.

— Está bien... Dile que pase. Estaremos aquí arriba –dijo sonriendo mientras ayudaba a Tristen a bajar de la cama para que volviera a su cuarto.

Un par de minutos después, un chico alto y bronceado, de cabello largo color chocolate oscuro, entró en el cuarto. Sonrió en cuanto vio a Taylor e, inmediatamente, fue a abrazarlo. Él no sabía qué hacer así que, por cortesía, se lo devolvió. Trey no tardó en darse cuenta de que algo iba mal.

— Oh... A mí tampoco me recuerdas, ¿no? –al ver que Taylor no respondía, suspiró y siguió hablando–. Me llamo Trey Schafer y soy, bueno se supone, tu mejor amigo –suspiró mientras se rascaba la nuca algo nervioso.

Seguía sin saber qué decir. El chico era lindo, por lo que parecía ser alguien difícil de olvidar. En cambio, con él no le había pasado como con Shawn o su mamá. No recordaba absolutamente nada de él.

— Si eres tan buen amigo mío... ¿cómo es que has tardado tanto en venir a verme? –al ver la cara del chico se dio cuenta de que no había sido una pregunta muy acertada–. Vale, perdona. No debí haber dicho eso.

—Tranquilo, tienes razón –suspiró–. La verdad es que fui a verte al hospital con Aaron, tu otro mejor amigo, pero nos dolió tanto verte en ese estado... Que no hemos sido capaces de volver a verte hasta que tu madre nos confirmó que estabas mejor. No sé si te lo ha dicho, pero llamaba todos los días para ver cómo estabas.

— No sabía nada –susurra y se sienta en la cama dando una palmada a su lado sobre el colchón invitando a Trey a que se siente–. ¿Y por qué no ha venido Aaron?

— Está de viaje. Su abuela ha muerto y ha tenido que ir a Louisiana para poder asistir al entierro –dice algo triste–. Me pidió que te mandara saludos y disculpas por no poder venir.

— Vaya... –se siente algo mal por él–. No pasa nada, no es su culpa.

Hace un par de días Shawn era la única persona que ocupaba sus pensamientos, su única distracción. Ahora, de la nada, tenía dos nuevos amigos que se preocupan por él y de los que no sabía prácticamente nada.

Pasó el resto de la tarde charlando con Trey, poniéndose al día y descubriendo que tenían más cosas en común de las que él pensaba. Él no quería dejar a su mejor amigo solo, quizás porque sentía algo más que eso, así que decidió que acompañaría a Taylor a Canadá al día siguiente. No conocía a ese tal Shawn, pero sabía que podía darle mucho más a Tay que ese chico.

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Se me ha hecho un poco tarde, casi son las 02:00 a.m. en España.

¿Trey o Shawn? ¡Hagan sus apuestas!

Amnesia (Shaylor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora