capítulo 11

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Tras un día caminando llegué a una parte del bosque en la que nunca había estado. Mi lobuno cuerpo caminaba por la tierra, el barro y las hierbas; mi mente no dejaba de darle vueltas a aquellos ojos azules; y mi corazón se estaba muriendo por dejar atrás a mi mate. 

Escuché una rama romperse y me sobresalté en el sitio; me coloqué alerta mientras caminaba y, de repente, un gran lobo negro se colocó delante de mí enseñando los dientes.

''Este es mi territorio'' escuché que decía mentalmente. ''¿Quién eres, qué haces aquí y qué quieres?'' rugió. Su voz era autoritaria por lo que supuse que era el alfa de alguna manada; agaché las orejas en sumisión.

''Disculpe, señor. Soy Gia, me fui de mi manada debido a malos tratos y esperaba que pudieran acogerme en otra'' dije.

''¿Estás segura de que quieres pelear contra mí?''

''¿Contra usted?''

''Sí, en mi manada yo mismo mido los niveles de fuerza y evalúo a mis integrantes.''

''Quiero hacerlo''

El lobo indicó con la cabeza que lo siguiera y así lo hice; cinco minutos más tarde me encontraba frente a una de las manadas más... estrictas que había visto. Había una gran valla rodeando todo y una puerta de hierro. El alfa rugió y estas se abrieron, dejando ver así unas casas de piedra preciosas, las tiendas tenían un cartel de madera que las situaba y lo que sería la casa del alfa parecía un castillo. Lo que más me sorprendió fue que no había nadie fuera; seguí al alfa hasta la que era la pista de combates. Era un gran cuadrado dividido en dos que estaba vallado; la gente salió de sus casas y se acercaron quedando pegados a la valla para observar.

''¡Que empiece el combate!'' rugió el alfa.

Rápidamente se lanzó contra mí tomándome de improvisto y me mordió fuertemente las patas haciéndome caer en un lloriqueo fuerte. Me levanté como pude y gruñí, saltando ahora yo sobre él y mordiéndole el hocico a la vez que arañé su pecho. El alfa no gimió ni lloró sino que formó una especie de risa para después acercarse amenazante.

Oscuridad; el alfa mordiéndome; oscuridad; yo llorando; oscuridad; yo peleando contra él; oscuridad; yo tratando de defenderme; oscuridad; el alfa con sangre que caía desde su ojo a su hocico; oscuridad... oscuridad. Y aquellos ojos azules.

Desperté al notar algo frío caer sobre mi débil cuerpo. Abrí los ojos y pude asegurar que estaba en mi forma humana y que seguía en la pista de combates. También pude asegurar que el que sería el beta de la manada estaba echándome agua encima y que yo estaba desnuda y sin cubrir. Traté de incorporarme y a pesar de los pinchazos que sentía en mi cabeza lo logré. Observé al alfa, que estaba igualmente de pié y en su forma humana; también desnudo. La diferencia entre él y yo aparte del sexo era que él sonreía y yo debía de verme como un muerto en ese instante.

—Peleas con uñas y dientes, además tienes bastante fuerza y a su vez maña. Bienvenida a la manada Lobos de Plata, Gia —dijo. Todos allí aplaudieron y yo sonreí débilmente; a lo lejos me pareció ver algo moverse y al instante reconocí esa figura. Era Cole que había estado observando todo y sonreía triste. Algo dentro de mí se partió al ver su rostro magullado.

—Gracias, alfa —hablé sin apartar la mirada de Cole— ¿Podría decirme dónde me alojaré? Traje una bolsa con ropa también.

—Claro. ¡Paulette! —bramó haciéndome estremecer. Una chica menuda y rubia llegó corriendo y con la mirada baja me indicó que la siguiera.

—Te alojarás conmigo ya que no hay más hogares disponibles y el alfa no tiene pensado echar a nadie. Espero que no te importe —hablaba bajito la chica.

—Claro que no —contesté amable y noté cierta sorpresa en ella. Llegamos a la que supuse era su casa y me indicó mi dormitorio que estaba en la buhardilla. Agradecí por el alojamiento y abrí mi bolsa de ropa escogiendo así unos leggings grises claros y una camiseta de manga corta blanca con una media luna en el pecho derecho. Me calcé en las Vans que me regaló Addy y me peiné el cabello para luego atarlo en una coleta alta dejando algunos mechones de flequillo caer.

Me senté en la cama y tomé el peluche de lobo negro. Lo acaricié y sentí una nostalgia repentina.

Addy... La iba a extrañar. Iba a extrañar a toda esa manada; eran todos tan amistosos, amables, divertidos y nobles... ¡Incluso el alfa Joseph lo era! Pero al parecer el actual alfa, Lucas, no era igual que su padre. Aún recordaba con dolor las miradas que me enviaba, lo mal que me trataba, cómo me hablaba y, lo que más me dolía, como pasó de ayudarme cuando estaban a punto de abusar de mí. Y aún con todo eso se atrevió a decir que me iba a echar de la manada. Mi propio mate. Cuando me quise dar cuenta estaba llorando en silencio mientras acariciaba al lobo de peluche negro y lo miraba fijamente.

— ¿Estás bien? —escuché que decía Paulette en un susurro tímido. Noté que se sentaba a mi lado.

—Sí, es solo que... Bueno, irte de tu manada es horrible y más cuando casi todas las personas que había allí eran tan buenas contigo —murmuré sorbiendo la nariz.

— ¿Cómo que casi todas las personas? ¿Había alguien que no? —preguntó. La miré y puso cara de espanto— ¡Ay no! Lamento mucho preguntar, no debería inmiscuirme en tus asuntos, lo siento, lo siento... —comenzó nerviosa. Posé mi brazo sobre su hombro y la sonreí.

—Tranquila, no me importa. Sí había alguien que no me trataba bien; el alfa. Parecía tenerme un odio indescriptible. Lo peor es que es mi mate —murmuré mirando al lobo negro.

— ¿Y él no lo sabe?

—No. Oculto mi olor, aunque creo que ya notaste eso.

—Sí...

—Gracias por dejar que me quede aquí. Es muy amable por tu parte.

—De nada, pero... sinceramente no hiciste una buena elección con ésta manada —suspiró—el alfa es horriblemente cruel.

Me encogí de hombros a la vez que Paulette se levantaba y bajaba al comedor; ¿un alfa horriblemente cruel? ¡¿dónde me había metido?!


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