capítulo 13

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No sabía qué hacer. Me había olvidado completamente de la maldita puerta. Me alejé ligeramente para ver si podía escalar por alguna parte pero no; estaba todo protegido. Resignada me tumbé bajo un árbol y recé por que el alfa no se enfadara tanto.

Desperté por unos hombres que me cogían y me obligaban a levantarme. Les miré extrañada.

—El alfa quiere verla —explicó uno.

Me tensé pero aún así asentí y caminé escoltada por aquellos hombres a la casa -mansión- del alfa. Entramos por la puerta y subimos unas escaleras de cristal que daba miedo pisar hasta el tercer piso. Caminamos por un largo pasillo hasta la puerta del fondo, la cuál abrieron tras tocar y me empujaron dentro. Era un despacho y en él el alfa estudiaba algunos papeles.

—Gia, ¿cierto? La nueva de la manada —comenzó el alfa. Tenía la voz grave— ¿Qué hacías durmiendo fuera? —preguntó sin rodeos dejando notar su enojo.

—Y-Yo había salido y... cuando volví estaba cerrada la puerta, alfa —titubeé, encogiéndome en el sitio.

— ¿A dónde fuiste? —volvió a preguntar.

—A dar una vuelta por ésta zona del bosque, señor. No la conocía y quería explorar. Juro que no volverá ha... —me iba a disculpar cuando el alfa rugió, sacó las garras y me arañó la mejilla izquierda haciéndome sangre. Le miré con los ojos bien abiertos.

—Mientes —gruñó sentándose de nuevo.

—N-No le mien-nto, alfa —lloriqueé.

—No se tarda tanto tiempo en explorar esta parte del bosque, inútil —rió. Tragué saliva—Qué estuviste haciendo. No te lo preguntaré más —habló dejando de reír de golpe.

—Y-Ya le dije, señor. Estuve explorando esta parte del bosque y me perdí. No volverá a pasar, lo prometo —volví a mentir al borde del llanto. No metería a Addy en esto.

—No me gustan las mentirosas, Gia —exclamó enfadado. Se acercó amenazante a mí—Dime la verdad.

— ¡E-Esa es la verdad, alfa! —repetí cerrando los ojos. Noté que me arañó ferozmente el pecho -la parte que quedaba descubierta de la camiseta- y suspiró.

—Espero que te haya quedado clara la lección. Recibirás un castigo. En una hora un hombre irá a tu casa a decirte cuál es, mientras tanto tienes prohibido salir de tu alojamiento —espetó.

Asentí rápidamente y salí del despacho. Corrí hacia la puerta y acto seguido a casa de Paulette. Subí a la bohardilla y me senté en el borde de la cama tratando de calmarme; una vez lo logré -más o menos, aún estaba agitada- bajé al baño y me encerré para mirarme directamente en el espejo. En total tenía seis arañazos en la cara; dos en la mejilla derecha de cuando traje ciervos ''pequeños'' y tres en la izquierda por mentirle los cuales sangraban todavía. En el pecho tenía cinco arañazos que hacían una especie de ligera ''c'''. Le prometí a Addy que volveríamos a vernos y ahora no sabía cómo hacerlo.

Tocaron a la puerta de la casa y al ver que nadie abría me dirigí a ella y abrí yo; era Alec, el beta. Era realmente atractivo; un moreno de ojos miel demasiado atractivo para ser real. Sonreí ligeramente.

—Em, vengo por el castigo del alfa —dijo. Asentí y le invité a entrar; se sentó en un sofá y yo en el sillón de enfrente—Veamos, el alfa quiere que como castigo a tu imprudencia pases una semana fuera de la manada y que cuando vuelvas tendrás que pelear contra mí y tendrás que ganarme, o de lo contrario deberás abandonar la manada —dijo algo incómodo. Mi boca casi rozaba el suelo.

— ¿Qué? —dije anonada— ¡Pero eso no es justo! Vine aquí y peleé contra él por quedarme, ¿y ahora por un error de nada me va a echar? —pregunté ciertamente enojada.

—Vaya, tienes muy seguro que perderás —rió Alec.

—Pues claro, ¿tú te has visto? —dije como si fuera obvio. Después me di cuenta de lo que había dicho y miré al suelo roja.

—El alfa no es justo, Gia. Yo que tú no me preocupaba mucho de ganar sino de perder, y esto que quede entre nosotros. Ha echado por lo menos al número de tres manadas enteras en el último año.

—Eso es demasiado... —dije atónita. Alec suspiró y se levantó.

—Eso es lo que todos dicen —habló antes de irse. Subí a la bohardilla y guardé ropa y el peluche en la bolsa que llevé. 

Cuando salí fuera llovía y hacía frío; corrí hacia la puerta y me abrieron dado a una orden del alfa. Me transformé ya que el pelo daba algo más de calor y corrí por el bosque buscando alguna parte en la que lloviera menos; cuando me dí cuenta de que en todas partes llovía igual me resigné y dejé la bolsa bajo unos arbustos, me tumbé al lado haciéndome un ovillo -aún en mi forma de loba- y esperé a que parara de llover.

Cayó la noche y yo seguía empapándome en el mismo sitio. Sabía que había un lugar al que podía ir pero no estaba segura de poder hacerlo; me levanté y volví a tomar mi bolsa con la boca. Caminé bajo la lluvia sintiendo como el frío calaba mis huesos aún en forma de lobo; el pelo se hacía más pesado y era realmente horrible. Vaya día escogió el alfa para echarme una semana...

Agudizando el oído escuché el gentío en la calle y cómo a medida que avanzaba me acercaba más. Y más, y más... Hasta que quedé a unos metros. Sin yo quererlo me transformé a humana de nuevo cayendo al suelo y notando el gran aumento de frío. Me levanté tapando mis pechos con los brazos y sujetando la bolsa en la mano. La bolsa tapaba mi feminidad por suerte. Entré tiritando en la manada y las personas que había fuera me miraron.

— ¿¡Gi!? —escuché a Addy. Corrió hacia mí y se quitó su chaqueta pasándomela por encima— ¡Dios mío! ¿Qué te pasó? —exclamó preocupada. Me ayudó a caminar hasta su casa, abrió la puerta y entramos. Lucas estaba en el sofá tirado leyendo algo cuando, ante el ruido, levantó la mirada.

— ¿Qué hace ella aquí? —preguntó borde. Su mirada recorrió todo mi cuerpo y yo miré a otra parte nerviosa. Básicamente estaba desnuda, empapada y tapándome apenas.

—No seas estúpido Lucas; ayúdame anda, sube a mi cuarto y trae ropa limpia y cómoda. Incluyendo ropa interior —ordenó.

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