capítulo 7

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Aquellos ojos azules  que ya se hacía costumbre me miraban desde los pies de mi cama; por lo que pude distinguir era un hombre alto, no parecía pestañear ni tener la necesidad

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Aquellos ojos azules  que ya se hacía costumbre me miraban desde los pies de mi cama; por lo que pude distinguir era un hombre alto, no parecía pestañear ni tener la necesidad. Solo me mantenía la mirada, aunque yo no lo hacía por voluntad propio sino por el miedo que estaba sintiendo y que me había paralizado, sin saber qué hacer.

Un golpe sonó en la planta de abajo de la casa y, en menos de unos segundos, aquellos ojos ya no estaban. Chillé cuando me percaté de ello, asustada. ¿Cómo demonios se había ido tan rápido?

No tardé mucho en distinguir el olor a vampiro en mi hogar y el susodicho tampoco tardó mucho en correr hacia mí a la velocidad de la luz, inspeccionando el cuarto con la mirada tras dar la luz. Se sentó a mi lado y levantó mi mentón con su mano, visiblemente nervioso, haciéndome mirarle.

—Gía, mírame —pidió—. ¿Qué pasó? ¿A qué vino ese grito?

— ¿Cole? ¿Qué haces aquí? —Mi voz salió rota y titubeé un poco al decir su nombre, aún visiblemente asustada.

—Volvía a mi casa cuando escuché tu grito al pasar por aquí. Ya sabes todo el rollo, gran capacidad auditiva y eso... —Pasó su brazo detrás de su nuca, rascándose nervioso, y yo le sonreí tranquilizadora antes de romper en llanto silencioso.

—Alguien me vigila, Cole.

— ¿Cómo? ¿Que te vigilan? —preguntó confuso. Me apretó entre sus brazos y posó su barbilla en el hueco de mi hombro.

—Sí. Hace como dos días estaba yendo a por un vaso de agua y alguien me miraba por la ventana. Solo pude ver unos ojos azules, pero cuando salí no había nadie así que decidí ignorarlo... hasta que a la mañana siguiente volví a verlos; los ojos azules —Hice una pausa para recomponerme y continué:— Hoy fui con Adelaide a un pequeño pueblo de aquí cerca. Por algún motivo mi loba no paraba de sentirse observada, así que cuando me di la vuelta volví a verlos, los mismos ojos azules de hace unos días... y los mismos de esta noche. Me estaba mirando a los pies de mi cama, Cole. ¡A los pies de mi cama!

—Tranquilízate, Gía. Sé que es aterrador y que te da miedo, pero necesitas dormir. ¿Te parece bien si me quedo contigo esta noche? Yo vigilo y tú decansas.

—Pero...

—Gía, por Dios, que soy un vampiro —Rió mi amigo al ver mis intenciones. Sonreí y asentí.

—Está bien. Gracias, eres genial —susurré.

—De nada, lobita —dijo acariciando mi pelo—. Ahora duerme, anda.

Mi amigo se tumbó a mi lado y yo me acomodé, haciéndome una bolita y pegándome a él lo máximo posible en busca de protección. El sueño no tardó en invadirme puesto que llevaba dos noches en vela.


A la mañana siguiente me desperté por los rayos de sol que entraban por la ventana. Sí, muy cliché, lo sé.

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