La Caída

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Título: LAZARUS I

Autora: Clumsykitty

Fandom: MCU con un pellizco de Marvel Cómics.

Parejas: Bastantes, principalmente Stony, Thorki y Spideypool.

Disclaimer: Nada me pertenece aunque muera por ellos, todo es de Marvel y Mr. Lee entre otros, lo único mío es esta idea mía convertida en historia. Dicho está.

Warnings: Esta larga historia está dividida en libros que van en secuencia numérica pero no en orden de trama. Historias muy agridulces, crudas como violentas. No apta para corazones sensibles o mentes tiernas. Sobre aviso no hay engaño.

Gracias por leerme.



LA CAÍDA.


Hela aceptó de buen grado el obsequio, haciendo una reverencia a su generoso dador que se retiró entre las sombras que le hicieron llegar hasta su trono en primer lugar. La soberana del Hel miró con curiosidad aquel cubo mágico cuyas runas mágicas tocó para abrirlo, ejecutando el rompecabezas que previamente le habían mostrado, sonriendo ante la música suave y melancólica que acompañó el giro de los mecanos hasta volver a su forma geométrica original. Las garras de Hela lo sujetaron de sus cuatro aristas superiores para depositarlo sobre una fuente amplia de aguas rojizas donde se hundió bajo su complaciente vista mientras desaparecía de ahí en busca de una nueva alma que llegaba a su reino espectral.

Aquel cubo tenía un prisionero muy particular, muerto como solamente se podía estar en aquellas tierras, pero cuya alma era preciosa porque iba a servir de la manera correcta bajo los preceptos que estaba buscando su captor. Nadie iba a saber lo que aquel cubo poseía y ciertamente, nadie jamás iba a enterarse que dicha cárcel estaba hundiéndose en las aguas malditas del Río de la Muerte hasta lo más profundo del Hel donde permanecería por siempre o al menos hasta tiempo en que se le llegara a necesitar y para entonces el tiempo mismo habría desaparecido, cosa que tenía sin cuidado a Hela, la cual llamó a una de sus mejores pupilas y sirvientes, Laif, una adolescente de apariencia pero que poseía un poder suficiente para enfrentarse a los más poderosos guerreros de los Nueve Reinos.

-¿Qué puede hacer esta servidora por Vuestra Majestad?

-Laif, será tu responsabilidad el cuidado del Cubo del Infinito como de su prisionero.

-¿Tenéis algún pedido en particular?

-Solamente aquello que sabes hacer mejor –sonrió Hela.

-Vuestras órdenes son mis más profundos deseos.

La espectral adolescente de cabellos negros como la noche y piel albina con ojos azul oscuro donde se reflejaba la luz de estrellas muertas se levantó de los escalones donde había estado afilando su gruesa espada que echó sobre su hombro para caminar hacia la fuente donde Hela hubiera hundido aquel cubo y dentro de la cual se dejó caer, desapareciendo en el acto para seguir el rastro de aquella cárcel que cuidaría como el mayor de los tesoros mientras se divertía torturando esa alma prisionera. Laif era experta en quebrar la más templada de las esencias, no existía mente ni espíritu que no hubiera sucumbido a sus administraciones desquiciadas como crueles. Por algo era llamada la Valkiria de la Desesperanza.

Ella había abandonado el cielo de las doncellas guerreras cuando Asgard le traicionó, abandonándola a su suerte en las tierras de Nivadellir durante una batalla en contra de un ejército invasor que la trató de la peor manera posible, dolores inimaginables para una joven Valkiria que perdió mucho más que su esperanza y virtud en manos de sus enemigos. Ahora solo era odio total en la forma de un ser fantasmal que encarnaba la venganza en su estado más puro, torturando almas que llegaban al Hel como parte de su servicio a la reina Hela, salvadora de aquella horrible suerte a la que el reino del Padre de Todo la condenó.

Prefirió llevar el cubo al gran lago congelado que serviría para sus propósitos, manipulando sus paredes como lo hiciera Hela, abriéndolo y cerrándolo casi enseguida antes de enterrarlo de golpe sobre aquel hielo mortífero. Tomando su espada, desapareció, entrando al cubo que con el poder de ese infierno helado, transformó ese laberinto de paredes translúcidas en una réplica exacta y perfecta del reino de Jotunheim. Miró encaramada sobre un precipicio alrededor, satisfecha de la labor antes de dejarse caer sobre una falla de hielo hacia su interior. Una estela de nieve se levantó al caer dentro de un complejo de cuevas, tomando un camino con la seguridad de un viajero que conoce aquellas rutas. Pronto llegó a donde se encontraba su prisionero, cuya alma reposaba sobre el suelo duro y azul del ficticio mundo de los Gigantes de Hielo. Laif sonrió mirándole con el rostro ladeado. Iba a ser más fácil de lo que creía.

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