NO CONSIGO OLVIDARTE

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N/A: Gracias por seguir leyendo. Insisto que si escribo, es por esa recompensa.

Evidentemente, mil gracias a quien comentáis, elevais el ego y las ganas de continuar.

Sil, puede que existan palabras que quieran causar consuelo, puede que haya alguien capaz de juntarlas y formar una frase que intente trasmitirlo, pero evidentemente, si tengo algo claro, es que yo, no seré capaz en la vida de hilar un sólo párrafo, por pequeño que sea, con la capacidad suficiente para apaciguar por un instante la tristeza y desolación que significa perder a un ser querido. Lo siento mucho amiga. Ánimo y fuerza.

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Lanie, frente al espejo y con los ojos muy abiertos definía sus pestañas con el pequeño cepillito de su bote de Rimmel. Su mirada estaba en su imagen, pero su mente estaba viajando a toda velocidad entre Washington, Nueva York y cualquier parte del mundo donde estuviese escondido Richard Castle.

- Estás preciosa – le dijo Javier abrazando su cintura por detrás mientras descansaba su barbilla sobre el hombro de la forense.

- ¡Javier Esposito! – exclamó ella – aléjate de mí, estás empapado.

Lanie se giró y le alejó empujándole con la palma de su mano sobre su pecho.

- ¡Oh vamos chica! – le dijo él acercándose para besarla mientras sujetaba alrededor de su cintura la toalla con la que había salido de la ducha.

- ¡Javi no! – gritó riendo pero dejando que el moreno volviese a abrazarla y comenzase a besarla.

Media hora después Lanie se apresuraba a vestirse mirando a Esposito que seguía tumbado sobre la cama.

- ¿No vas a llegar tarde? – le preguntó.

- Llegaré a tiempo – contestó él – no tenemos ningún caso y de todas formas la capitana se ha relajado con nosotros desde que Katherine se fue. Si llego tarde no dirá nada. Ayer Kevin se retrasó media hora y pasó por su lado como sí nada cuando él llegó.

- ¿Me estás diciendo que no tendré que esperar a hacer su autopsia para descubrir que esa mujer tiene corazón? – preguntó Lanie parando de vestirse para hablarle.

- O le damos pena, o ella también la echa de menos – aseguró él.

- No sé cómo se sentirá ella, pero yo sí que la echo de menos – confesó Lanie.

- Y nosotros – contestó refiriéndose a Kevin y a él – pero nuestro trabajo es así, nuestros compañeros vienen y van y tenemos que superarlo cuanto antes.

- ¡Vaya Javier! Pensé que ella era tu amiga – le reprochó.

- ¡Y lo es! – contestó de inmediato – Pero eso no quiere decir que no tengamos que continuar sin ella en el trabajo. No podemos hacer como Richard y salir corriendo porque ella no esté.

Lanie le miró entristecida. Odiaba la situación. Desde que la había conocido, no había visto a su amiga tan feliz con nadie excepto con Richard. No terminaba de entender cómo habían podido llegar hasta el punto de dejarlo de un día para otro.

Sentía un enorme desconsuelo al pensar en Katherine. La vida de su mejor amiga estaba destinada desde pequeña a ser feliz y tener un gran éxito, seguro que si su madre siguiese viva, estaría felizmente casada con un hombre adorable, con niños guapísimos y un trabajo en el mejor bufete de abogados del país. Pero la vida, que nos da una bofetada cuando menos lo esperamos, la tiró al suelo mostrándole la verdadera situación, y ella, aunque intentaba engañar a todo el que la rodeaba, en realidad, jamás había conseguido levantarse, superar el golpe y continuar adelante. Seguía tirada en el suelo intentando esquivar más impactos mientras la vida se reía cruelmente de ella.

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