DUDAS

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N/A: Domingo... 22:00h

Sigue haciéndose cuesta arriba seguir escribiendo, por tanto gracias a todos los que con vuestros comentarios hacéis posible que continúe.

Ana, suerte con lo tuyo y disfruta del capi que es para ti, por tu insistencia.

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Martha seguía a su hijo por la habitación mientras este no paraba de ir de un lado para otro, abriendo cajones y seleccionando ropa.

- No insistas más madre.
- ¡Pues lo hago! Para algo soy tu madre.
- No vas a hacerme cambiar de opinión. Quiero conocerle. Tengo derecho.
- Te recuerdo que durante cuarenta y dos años no has sabido nada de él.
- Todos merecemos una segunda oportunidad – dijo mientras la apartaba para abrir un cajón.
- ¿Ah si? ¿Pues porque no se la das a Katherine?
- Se la he dado – le dijo parándose en seco para mirarla fijamente – pero creo que la que no da una segunda oportunidad es ella. Ha pasado una semana y no se ha decidido a dejar ese trabajo.
- Richard, no puedes obligarla a hacerlo.
- Y no lo he hecho. ¿Crees que si la hubiese obligado estaría en DC ahora?
- La estás obligando a elegir entre tú y su futuro profesional.
- ¿Qué futuro? ¿El de ser una frustrada escondiendo trapos sucios al gobierno de turno?
- Por favor hijo, ¿No te das cuenta de su avance?

Richard se acercó a su madre y la cogió por ambas manos.

- Durante los dos meses que estuve sin ella la amé aún más.
- Si claro, y te diste cuenta refugiándote en los brazos de aquella cuidadora de bichos.
- Veterinaria madre, y Rox me ayudó mucho.
- Ya.
- Cuando volví a verla en el hospital me juré a mi mismo que no volvería a perderla.

Martha le miró levantando las cejas, no era coherente lo que decía con su forma de actuar.

- Quiero todo madre. Ya no me vale una pareja a tiempo parcial.
- ¿Y pretendes tener todo marchándote?
- Pretendo que recapacite entre la vida que dejó aquí y la que tiene ahora. ¿Qué ahora es agente del FBI? ¿Y qué? ¿Qué gana con eso? ¿Es feliz?
- Maldita sea Richard, ¡Tú eres quien no deja que lo sea!
- Madre, tu sabes que llevo cinco años esperando, la amo más que he amado a nadie más en esta vida. Pero necesito que esté completamente segura, porque será para siempre. Este es mi momento, es ella, lo sé, lo siento aquí – dijo llevando una de las manos de Martha a su propio corazón.
- ¿Y si conoces a otra veterinaria mientras?
- Pues supongo que me entretendré como lo hice en Costa Rica.
- ¿Serás capaz? – preguntó Alexis interrumpiendo en la habitación.
- Cariño, no está bien escuchar conversaciones ajenas…
- No creo que sean ajenas cuando incumben a mi familia – dijo la chica acercándose a ambos.

Richard asintió. Su pequeña tenía razón. Ya no era una niña y su opinión también contaba y mucho para él.

- No lo entiendo papá.
- Y no tienes que entenderlo – le dijo –. Ni tu mamá. Únicamente pretendo que respetéis mi decisión. No puedo seguir aquí mientras ella se decide. Moriría de dolor.
- ¿Y si decide no elegirte? – preguntó temerosa Martha, aún conmocionada por haberle escuchado llamarla mamá.

Él miró fijamente a ambas mujeres y suspiró.

- Entonces espero que el tiempo que pasaré con mi padre me ayude a olvidarla por completo.
- Hijo, tu padre…
- No he oído su versión… ni siquiera he oído la tuya, salvo que le amaste profundamente durante una única noche. Tengo derecho a saber madre. Necesito saber.
- No me preocupa su versión cariño, pero tengo miedo, ya le perdí a él y no quiero que te ocurra nada por estar a su lado.
- Yo también papá, tengo miedo – dijo Alexis abrazándole.
- Él no dejó que te pasase nada a ti – le dijo a su hija – y no creo que deje que me pase nada a mí.
- ¿Cuánto tiempo piensas estar fuera? – preguntó Martha.
- El suficiente.
- ¿El suficiente para qué papá?
- El suficiente para saber si ella me elige, el suficiente para recuperar cuarenta y dos años…
- ¿Y tus novelas? Tienes contratos.
- Y no he dicho que no vaya a cumplirlos.
- ¿Y las giras? ¿Y las firmas?
- Ya he hablado de eso con Paula y Gina.

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