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-Señor Filch -llamo mientras Ginny y yo nos acercamos a él. 

-¿Qué quieres? -pregunta el celador fríamente con su capa marrón, su pelo canoso y la cara arrugada. 

-Quiero enviar una carta -le digo-. He oído que hay que pedirle permiso a usted. 

Utilizo en todas las frases mi tono de niña inocente. Ese que usas cuando hablas con personas que no conoces. 

-Sí -gruñe-. Tengo que revisarla. ¿Estás segura de que quieres que lo haga? 

-¡Por supuesto! -exclamo con un risita tonta-. Tengo tantas ganas de enviarla. Y usted sólo está haciendo su trabajo. Para protegernos. 

Ginny permanece a mi lado sonriendo. 

-¿A quién quieres enviarla? -pregunta el hombre mientras me la arrebata de mis manos. 

-A mi novio -suspiro con tono soñador mientras me llevo las manos al pecho. 

¡Por Dios! ¡Qué me den ya el Oscar!

-Está muy enamorada -asegura Ginny-. Es horrible tenerla como amiga. Se pasa todo el día hablando de mi hermano. 

-Ya, ya, ya -murmura Filch mientras agita la mano para que guardemos silencio. 

Lee la carta y me la entrega. 

-Os llevaré a la lechucería -anuncia, antes de darse la vuelta y caminar lánguidamente. 

Ginny y yo caminamos la una al lado de la otra, sin mostrar nuestra felicidad. Hemos tenido éxito con nuestro plan. 

-Malditas jóvenes enamoradas -gruñe Filch mientras abre la cerradura de la lechucería y nos deja entrar para enviar la carta. 

El celador observa de cerca que no cambiemos la carta por otra. 

-A George, Ruby. A George -le susurro a mi lechuza en la cabeza. Esperando que sea ahí donde tiene los oídos. 

-No puedo creer que haya salido bien -comenta Ginny de vuelta en nuestra Casa. 

-Yo tampoco -confieso mientras no puedo evitar sonreír-. Acabamos de encontrar una forma de informar a los demás, Ginny. ¡Es un gran paso! 


¿Habéis oído alguna vez lo de un paso hacia adelante, dos hacia detrás? Eso mismo ocurre en Estudios Muggles a la semana siguiente. 

-Hoy vamos a hablar de qué hace que los muggles sean tan poco poderosos. Cada uno de ustedes, los que tengan algún progenitor muggle deben sentirse avergonzados de tener tal linaje en su familia. De llevar su apellido, tal vez. Deberían de repudiarlo de sus vidas... 

-¿Qué sabrá usted? -salto yo mientras me levanto de la mesa y golpeo los puños-. ¿Acaso es usted más poderosa que un muggle? ¡No sabe nada! ¡Usted no ha conocido a mi padre! ¡Ni a ninguno de los padres de los que están aquí presentes! ¡Así que cierre esa boca y deje de decir mentiras! -grito la ultima parte mientras camino hacia ella. 

-¡Señorita Heckenberg! -grita la profesora Carrow-. Nunca ha sido castigada, ¿quiere empezar ahora? 

-¿Me va a castigar ahora? -me burlo-. Porque ese es el único método que usted conoce, ¿verdad? ¡Se oculta detrás de su varita como una cobarde! 

La mujer apunta con la varita hacia mí y segundos después me encuentro en el suelo. Nunca me he roto un brazo, ni ningún otro hueso. Pero creo, con firmeza, que está es la sensación que se tiene cuando alguien es aplastado por toneladas de peso y todos los huesos del cuerpo estallan a la vez. Creo que esto es lo que sentían mis dianas cuando las atravesaba con las flechas en clase de tiro con arco. Oh, sí. No duré mucho en esa clase, aunque era de las mejores. No después de atravesar el pie del profesor, sin querer, con una de las flechas. Él me demandó y mis padres tuvieron que pagarle una buena cantidad de dinero. 

MI RUBY [George Weasley] EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora