LIBRO 5 EL DOMINIO DE LOS PERROS.

35 3 2
                                    


El perro lo dejó por unos días, regresando con una cachorrita de pocos meses... Lo volvió  a abandonar y trajo a otro animal, uno viejo, de la misma raza: atigrados mexicanos. Pronto, en ese refugio abandonado, cercano a Ciudad Valles, hubo tantos que se vieron en dificultad para conseguir alimentos. Parecía que la noticia se iba corriendo entre los malditos: "hay un hombre que puede decir algunas palabras en nuestra lengua".

Ellos lo consentían; le traían, hábiles ladrones, botellas de vino, bolsos con cerveza, agua, provisiones. Eran sus guardianes, habían establecido una especie de defensa territorial que abarcaba cientos de metros. A veces sólo era acompañado por el perro anciano y un par de adultos fuertes. Pero, agazapados entre los arbustos o como una avanzada, había otros, perfectamente coordinados y listos para defenderlo.

Medio año después, ya cuando Zaragoza identificaba con un nombre a cada uno de ellos, llegó una perra vieja con "una noticia" que conmovió a toda la jauría. Tenían que seguirla. Ella los guiaría al lugar donde había encontrado algo importante. El paseo fue largo.

- ¿Te imaginas? Viajaba con una comitiva de doscientos animales.

Ha de haber sido en un pueblo de Sonora. Ahí se encontró con un hombre maduro que presumía de curandero. Los perros llevaron a Zaragoza con él. Pronto, sin muchas explicaciones, entendieron el porqué los habían juntado. El tipo poseía la magia suficiente para volver a mi patrón una especie de animal mitad hombre, mitad perro, un hibrido monstruoso.

- Así, en un trance casi real, pude comunicarme a la perfección con ellos, leerles toda la quinta lengua y escuchar la traducción que ellos me hicieron. Era un texto que explicaba la lógica de sus construcciones y algo básico de sus costumbres... No, no me volví uno de ellos, no físicamente... Algo me hizo ese chamán que desde entonces, al ver a ciertos animales, puedo intuir la presencia humana que hay dentro de ellos.

- No lo puedo creer.

- No es necesario, te lo repito. Aunque la próxima vez que estemos en la casa te daré pruebas irrefutables.

- ¿Leyó el resto de las lenguas?

- Sí. Y pude entender, a partir del quinto idioma, algunos fragmentos del tercero. Además, como quien mira el códice Boynich, comprendí el origen maldito de la cuarta.

El chamán se dio cuenta de la importancia del libro, quiso engañarlo para robárselo, pero los perros se lo impidieron. No hubo necesidad de atacarlo, de despedazarlo a mordidas, bastó con un estruendoso concierto de doscientas bestias.

Zaragoza, a partir de ese momento, pudo darse cuenta de que entre los gruñidos, en los ladridos y salivazos, los perros iban construyendo las palabras de la quinta lengua. No fue fácil, no fue algo que se diera en automático. Tuvo que repasar día con día lo aprendido. Horas y horas de conversaciones, de locura.

- ¿Sabes lo que es discutir con una bestia, por diez horas, respecto a qué carne es más sabrosa, si la de res o la de cerdo? Son tercos, son estúpidos. Ellos dicen que la de cerdo y no hay manera de hacerlos cambiar de opinión... "Hace frío, hacía más frío en la mañana, habría hecho menos frío en la tarde sin esas nubes. Quiero leche, quiero más leche..." Los odio.

Desde entonces no lo abandonan. Son su escolta personal. Desde entonces han sido su red privada de informantes. Los organizó en células no mayores a cinco elementos, vigilando y buscando tesoros desde Oregon hasta Paraguay. Que importa que trasciendan sus propias fronteras. Son espías, le traen noticias de sangre: narcofosas, cadáveres, casas de seguridad, secuestrados; de cargamentos perdidos, de fincas abandonadas. Vigilan a sus enemigos por días. Sabotean, atacan, roban.

La mayoría fueron hombres malos, hace muchos años. Maldecidos por sus víctimas, aunque la fuerza de sus caracteres les haya llevado a vencer los hechizos menores. Se trata de acumulación de conjuros, se trata de malditos que se han ganado varios decretos... Al final, la mezcla de las pinturas todo lo vuelve pardo. Al final, la mezcla de los maleficios todo lo lleva a esta raza de hombres perro. No son buenos, son traidores. Si defienden a Zaragoza no es por amor a un amo, sino por la conveniencia de recibir los favores del señor.

D. Zaragoza tiene sus propios mataderos, les avienta reses moribundas o los consiente con cocidos. Les entrega indefensas perras de otras razas, les amarra a mastines, a boxers, para que se llenen en crueles y disparejas peleas. No es raro que los sicarios del patrón les cobren alguna afrenta de sus otras vidas, de tal manera que estén siempre en deuda.


EL IDIOMA DEL DIABLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora