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Hamburgo, Salt Lake City, Papeete, Karachi, Budapest. Zaragoza no me prohíbe hacer de los viajes mi mayor consuelo. Pruebo suculentos manjares y no por el placer implícito en ellos, sino porque el conocimiento es nuestro último refugio. Puedo comprar joyas, obras de arte, libros, muebles, esa clase de lujo sí está permitido a los que son como nosotros. Me puedo hospedar en un hotel impagable siempre y cuando me duerma en la alfombra. No debo embelesarme ni por la carne, ni por la comida, ni con la suavidad del confort; pues entiendo que esta pobreza me enriquece.

El patrón está loco, me llama ansioso y no le importa si estoy en un yate en las costas de Trieste. Tengo que volver en cuestión de horas, yo sabré cómo le hago.

Regreso desvelado.

- Otra vez me llamó.

- ¿Quién?

- Recuerdas que te hablé de niveles. Solamente tengo dos clientes del quinto nivel. Uno de ellos... Cada seis meses, o cada año, o a veces son dos años... Exige verme y no hay pretexto para no hacerlo. Lo veo o me mata, no hay de otra.

- ¿Existe alguien así de poderoso?

- Sí, él es mi máximo protector. ¿Entiendes que no soy buen administrador? Mi negocio está subsidiado por él. Gracias a él ahorro y soy millonario.

- ¿De cuánto estamos hablando?

- Cientos de millones.

- ¿Quién es? ¿Tiene nombre?

- Si quieres nombrarlo, dile "el señor del quinto nivel". Aunque no ayuda mucho... Creíste que todo en mi vida era ser "Don Chingón". No. Está este momento de riesgo. Tengo que verlo, sin armas, sin el sucio aroma de los malditos. Tiene un castillo rumbo a Puebla. Me vas a acompañar. Aunque hay un momento en el que tengo que caminar solo. Esto va a ser en dos semanas y ya estoy temblando. No me llama a que le rinda cuentas, sino a que le de informes sobre las cosas modernas, las cosas del mundo de hoy... Se va a enterar de que te estoy preparando. Algún día, cuando sepas los idiomas, me sabrá prescindible... Debería matarte, joven aprendiz, pero no es ese mi plan... Sino al contrario.

- Al contrario ¿en qué?

- Aún no lo ves.

- ¿Ver qué?

- ¿No ves mi plan? ¿A qué te estoy preparando?

Ahora trabajamos bajo presión: renovar una finca en Coacolmán y comprar una gran hacienda en Tacámbaro. Abrir una empresa fantasma en la Isla del Ídolo y acondicionar casas en San Luís Potosí, Hidalgo y Veracruz.

Me quiero escapar, lo tengo que hacer a sus espaldas. Me enteré que el hombre de las maldiciones ya está en los cerros de Pénjamo. Es necesario que lo vea en este momento, tal vez después sea muy tarde. ¿Qué pasaría si Zaragoza se entera? ¿Dejaría de confiar en mí? Dice que es como mi padre, que soy su sucesor; no le creo del todo, esa es una vieja triquiñuela de mafiosos, la conozco. Prefiero enfrentarlo.

- Patrón. Sé por lo que estás pasando. No quiero que pienses que soy egoísta. Me enteré que aquel hombre del que me hablaste...

- Está en Pénjamo. Quieres ir a buscarlo.

- Sí.

- Sabes que no es el momento.

- Sí, no es el momento.

- Sabes cómo me siento.

- Creo saberlo.

Hace ya algunos días que Zaragoza huele a caca. Una diarrea que no puede detener. Y no hace nada por disimularlo. Está ansioso, enfermo de miedo, intenta relajarse haciendo alguna locura. Los mismos perros se le han alejado, todos, menos sus incondicionales diez fanáticos. Irritable, con la quijada trabada y con muy pocos pensamientos.

EL IDIOMA DEL DIABLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora