15

18 3 5
                                    

Las cosas se complicaron cuando los seres en desventaja pidieron la ayuda de un "fino", un elegante. En cierta manera invocaron al más peligroso de todos, vendiéndoles casi su alma. Por otra parte, la subespecie contraria se juntó con un núcleo de poder compuesto por hablantes del tercer idioma y simples mortales. El tercer bando, el de los malditos, se dio cuenta del conflicto y buscó apalancarse con sus protectores. Hubo ataques de uno y otro lado... Los malditos, sin ser invitados, vieron la forma de sacar provecho de la guerra, atacaron fingiéndose de los bandos en disputa y dimensionaron la lucha trágicamente.

- Si quieres ir tendrás que llevarte a mi equipo de trabajo, las conversaciones despacito y enterarme de todo... Cuando quieres puedes ser muy hábil, aunque tienes el otro lado. Y un arranquito podría ser desastroso.

- ¿Cuánto me darías?

- Sabes que vas a ganar mucho más que dinero. Lo que quieres es poder, un par de idiomas no te caerían nada mal. Te doy la franquicia, te envisto con mi marca, haces tus movidas y estamos a mano.

- Salgo perdiendo, Zaragoza: uno, te hago lucir; y dos, voy a quedar como tu subordinada en medio continente.

- Si no quieres, mando al muchacho.

- Está muy verde. A este desviadito lo duermo con unos "chelines".  (Nota del editor: aquí la palabra "desviadito" no tiene una implicación sexual, sino cognitiva, es como decirle tontuelo).

En ese momento noté que tenía una gran tinaja, de quinietos litros de capacidad, copeteada de billetes en fajos y en manojos. Me echó una docena de paquetes.

 Me echó una docena de paquetes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

- ¿Con eso tienes, perro?

Cada fajo era al menos de quinientos mil pesos. Agachó la carilla sin perderme de vista con sus ojos de loba. Descolgó el teléfono y pidió otras doce tinas.

- Hoy mismo te voy a enseñar el valor de tu pupilo. – Dijo sin dejar de aventarme manojos (de esos enrollados con de a doscientos y de a quinientos, sujetados a lo comerciante con una liga). Los primeros cincuenta me los tiró con puntería y coraje, como si quisiera atinarme a la cara. El resto, cuatrocientos o quinientos más, sacados de varias tinajas, me los empujó a los pies, humillándome, dándole maíz a las gallinas.

 El resto, cuatrocientos o quinientos más, sacados de varias tinajas,  me los empujó a los pies, humillándome,  dándole maíz a las gallinas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
EL IDIOMA DEL DIABLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora