15. Pequeño dios.

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—¿Te fue difícil matar al viejo Lu? —preguntó la mujer.

Liu sonrió de lado mientras le acariciaba las piernas.

—Fue lo más fácil del mundo. Confiaba demasiado en mí hasta el punto de creer que jamás me follé a su hijito. —rió con sorna.

—No fui la más feliz al saber eso. —dijo HaNa con cara de asco.

—Sabes que el premio mayor te toca a ti, preciosa. —afirmó el hombre pasando su mano por los pechos de su amante.

—Y espero una buena recompensa por separar a los dos imbéciles. —susurró mientras el hombre comenzaba a subir la falda de su vestido.

~♥~

SeHun sentía que iba a volverse loco. Habían pasado dos jodidos meses desde que tuvo que separarse de LuHan y ni siquiera le había permitido comunicarse con él; las únicas noticias que tenía del chico eran las que su equipo de guardaespaldas le enviaba y alguna que otra cosa que le sacaba a Yixing.

Necesitaba escuchar su voz con urgencia, ver esos preciosos ojos que tanto le hacían falta y besar sus tiernos labios con lentitud.

Si no tenía a LuHan, no quería nada...

Esos dos meses se las había pasado en su casa encerrado como un ermitaño en vez de atender sus negocios; se encerraba horas y horas en su oficina admirando el cuadro que estaba frente a su escritorio. Al menos ver a su niño en una pintura le daba un poco de consuelo.

Se había enfrascado en terminar el anillo de compromiso y ahora estaba casi por acabar con los anillos de boda.

Sí, pensaba pedirle matrimonio a LuHan y no aceptaría un no por respuesta aunque sabía que eso era casi imposible.

Extrañamente, HaNa había desaparecido de la puta faz de la tierra y empezaba a joderle el hecho de no encontrarla; estaba claro que la mujer estaba loca y si hace un par de años hubiera escuchado a su mejor amigo o a su familia, ella estaría metida en un jodido manicomio.

Su celular sonó y con fastidio dejó de pulir los anillos para tomar la llamada.

—¿Qué quieres, JongIn? —preguntó con cansancio.

No era la primera vez que el peliblanco le llamaba intentando que saliera de casa pero siempre terminaba fallando.

—¿Cuándo jodida mierda piensas volver a la empresa, imbécil? —dijo el moreno desde el otro lado de la línea, claramente molesto.

SeHun suspiró; no estaba de humor para regaños, ni reproches aunque sabía que estaba haciendo mal.

—No intentes hacer que vaya, quiero quedarme en casa. —murmuró.

—¿Sabes cuántas veces te he encontrado durmiendo con la camisa favorita de LuHan abrazada a tu cuerpo? —cuestionó y SeHun formó una línea recta con sus labios. —Estás jodido y si no sales de ahí será peor. —gruñó el peliblanco.

Era cierto, LuHan había olvidado su camisa favorita y él, como el imbécil enamorado que era, dormía con la prenda pegada al cuerpo, inhalando el olor ya casi inexistente de su niño.

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