17. Epílogo: Para siempre.

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—¡ZiYu, detente! —gritó LuHan mientras corría tras su hijo de cuatro años por toda la casa. —¡Te vas a lastimar! —volvió a gritar, mientras era atrapado por unos fuertes brazos que le impidieron alcanzar al chiquillo.

—¿No te parece que si dejas de perseguirlo dejará de correr? —preguntó SeHun mientras el rubio lo veía con el ceño fruncido.

—Tú debías atraparlo a él y no a mí...—refunfuñó.

—Déjalo ser, LuHan. —regañó.— Además, mi bello esposo le debe un beso a papi. —dijo, mientras tomaba su cintura con una mano y con la otra, agarraba una de las nalgas del chico, haciéndolo jadear.

—¿Te parece que estoy jugando? —gruñó el rubio, con la voz ronca.

—No. Pero quiero mi beso, pequeño. —puntualizó el pelinegro, antes de estampar su boca contra la del más bajo.

«¡Jo-der!» pensó LuHan cuando el músculo húmedo del hombre penetró su boca con sensualidad, enlazando sus lenguas, sacándole sonidos obscenos que ni siquiera debería estar emitiendo porque tenía un niño de cuatro años correteando por ahí.

SeHun lo había acorralado contra una pared y tomó sus brazos, colocándolos encima de su cabeza mientras empezaba a rozar sus miembros con lentitud.

Su boca se despegó de los labios del rubio, pasando por su mentón y luego por su garganta cuando el otro echó su cabeza hacia atrás, respirando con dificultad.

—SeHun... —susurró LuHan, mientras el hombre besaba con gusto su cuello hasta llegar a su oído.

—Estoy deseoso de penetrarte fuerte, cariño. —susurró, dando un mordisco en su lóbulo.

—Ay, Dios... —jadeó el menor.

—Quiero follarte y hacerte el amor hasta dejarte tan adolorido que no puedas sentarte en una semana. —expresó con deseo mientras pasaba la punta de su nariz por la mejilla del otro. —Papi quiere saborear lentamente cada parte de tu cuerpo, ¿entendido?

LuHan tenía los ojos entrecerrados y el corazón latiéndole como un loco mientras su dios continuaba dándole atenciones a su sensible cuello.

Era sorprendente que aún después de cuatro años SeHun siguiera provocándole todas esas sensaciones que le eran difícil de explicar.

Era mucho más que pasión y fuego; era un asfixiante sentimiento de amor que le llenaba el pecho, haciéndolo sentir en plenitud.

—Sí, papi... —contestó y el sonido del timbre los sacó de esa burbuja invisible que los rodeaba.

El pelinegro le besó una vez más, acabando con el poco aire que llegaba a sus pulmones y susurró:

—Atiende la puerta, voy por ZiYu.

Luego, se encaminó hacia el patio trasero, dejando a un LuHan muy agitado y con las mejillas pintadas de carmín.

El rubio se palmeó la cara para aclarar sus ideas y caminó hasta la puerta con un pequeño bulto entre sus piernas.

Suspiró y la abrió, encontrándose con KyungSoo y JongIn que habían llegado por su bebé.

—Hola, LuHan —saludó el moreno, mientras veía fijamente el semblante del rubio. —¿SeHun y tú estaban follando o metiéndose mano? —preguntó sin pudor mientras ponía un pie dentro de la casa.

—Cállate, JongIn. —regañó el chico de ojos grandes mientras le propinaba un puñetazo en el brazo a su novio.

LuHan abrió en demasía sus ojos y apretó sus labios formando una fina línea mientras sus mejillas se coloreaban de un tierno rosa nuevamente. Lógicamente no pensaba admitir que estaba dejándose tocar por su dios.

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