VII.

544 34 0
                                    

Pasaron los días, y finalmente se hizo hora de volver a la realidad, y consecuentemente a mi rutina diaria. Desperté ese sábado por la mañana temprano, me vestí, prepare una taza de cafe con leche y salí en dirección a la tienda.

Tan pronto llegue a mi destino y salí de mi auto, tire mi celular en la cartera y decidí no volver a tocarlo hasta que acabara el día. Era uno de esos días en donde quería enfocarme por completo y no pensar en todo lo sucedido en Madrid. Aun tenia la estúpida camisa de Tom. Sabia a ciencia cierta que era de el, pero aun no tenia idea de como llegue a tener posesión de ella.

Preguntarle a Tom no era una opción, y tampoco quería devolverla sin primero saber exactamente que fue lo que paso. Sabia que debía hablar de esto con Irene porque se que ella seria capaz de ayudarme, pero no quería arriesgarme a que se lo contara a Bill, y ya sabemos que Bill todo se lo cuenta a Tom. Quería evitar eso.

Suspire al entrar a la tienda y fui recibida casi inmediatamente por Elvira. Confiaba tanto en ella que la deje a cargo de todo durante mi pequeña ausencia, y estaba ansiosa por que me mantuviera al tanto de todo.

—¡Alexandra!

—¡Hola querida! ¿Que tal las cosas por aquí?— La abrace fuertemente y procedí a saludar a todos en la tienda.

Había mucha gente así que al parecer las cosas iban muy bien. Me encantaba esto de no estar atada a un escritorio durante ocho horas todos los días. Nada me hacia mas feliz que ver mi sueño hacerse realidad, y sabia que aun faltaba mucho por cumplir. Me llenaba de orgullo ver como algo que empece desde cero crecía cada día un poco mas. No todo en mi vida iba mal. Al final del día tenia mas cosas por las cuales sonreír.

Luego de pasar varias horas poniéndome al día, Elvira y yo fuimos a la oficina de atrás para hacer control de inventario y algunos pedidos. Claro, también aproveche para contarle todo lo que me había pasado en los últimos días. Le explique lo de la camisa con la esperanza de recibir algún consejo que me ayudara.

—Deberías de regresarle la camisa sin preocuparte. Si tu no recuerdas nada, lo mas probable es que el tampoco. Sobre todo si el no te ha comentado nada.

—No, porque cada vez que hablamos terminamos gritándonos o peleando. Nos decimos tantas cosas feas.— Suspire mientras tecleaba.

—Aun así creo que no deberías preocuparte, Ale. Solo dale la camisa y ya.— Dijo con firmeza y yo volví a suspirar.

—Pero no puedo dársela y ya. No quiero hablar con el, sera incomodo.— Hice pucheros.

—Bueno, ¿puedes dársela sin que se de cuenta?

—Oh, tal vez puedo meterla en su maleta o en el carro. Así no sabrá quien fue.

—¡Buena idea!— Ambas reímos. —En serio, no lo pienses tanto. Acaba con eso de una vez.

Sonreí. Mi mente me decía lo mismo, pero fue bueno escucharlo de otra persona.

—Gracias Elvira.

Continuamos trabajando hasta que llegó la hora de cerrar la tienda. Revise mi celular tan pronto entre al carro, ya que fue entonces que recordé su existencia. Había sido un día tan productivo que no tuve tiempo de revisarlo, ni acordarme que hoy era el concierto privado de Tokio Hotel en Blast. Algo así como un concierto de despedida ya que los chicos se irían de gira pronto. En realidad había dejado de estar pendiente a lo que hacía la banda hace mucho rato, pero Irene era una de las organizadoras del evento, y por ende estaba obligada a asistir.

Di la vuelta en los alrededores buscando donde aparcar, y a la vez pensaba en lo que me había dicho Elvira. Ella probablemente tenia razón. No debería preocuparme si la camisa era de el o no, o que fue lo que paso esa noche. Simplemente debía devolverla.

Hurricanes & Suns. (Tom Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora