XXIII.

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Tom decidió quedarse un rato mas y nos quedamos hablando por un rato hasta que mi celular hizo un sonido muy fuerte, haciéndome saber que había recibido un mensaje de texto. Tom y yo miramos el celular que estaba en la mesita de noche cerca de la cama. Fui por el, y resultó que tenía más de un mensaje.

Colton: Entonces, ¿qué vas a hacer ahora que estás despierta?

Irene: No me respondes. ¿Eso significa que tenemos un guitarrista muerto en nuestras manos? ¿Tengo que preparar mi pala? ¿Tal vez una motosierra?

Suspiré y les respondí a ambos. Miré a Tom y noté que me estaba mirando con sus ojos serios. Eran horriblemente desconcertantes.

—¿Que pasa?— Pregunté y él parpadeó, sus ojos volvieron a la normalidad.

—Nada. ¿Recibiste un mensaje de Bill o Irene preguntando si estaba muerto?— Me sonrió y yo asentí.

—Sí. Irene preguntó si necesitaba buscar su pala—. Él se rió de eso.

—Wow...— Sin dejar de sonreír, Tom tocó un poco la guitarra. Era extraño tenerlo aquí y solo verlo tocar. Como en los viejos tiempos. Camine hacia la ventana mientras Tom tocaba mi canción favorita de Tokio Hotel. In die Nacht. —¿Cómo soportas estar aquí? Me siento claustrofóbico y solo hemos estado aquí un rato—. Dejo de tocar luego de acabar la canción.

—Lo sé. No tengo idea, pero es horrible. Odio los hospitales—. Suspiré y me crucé de brazos antes de mirar por la ventana otra vez. De repente, Tom estaba justo a mi lado. Ni siquiera lo escuche caminar hacia mí. —¿Cómo entraste sin que te vieran? Tus fans ya se debieron de haber enterado de todo esto.

—Tengo mis trucos—. Dijo con aires de grandeza. Puse los ojos en blanco y nos quedamos allí en silencio, ambos mirando por la ventana, perdidos en nuestros pensamientos. Aunque apuesto a que los míos no eran tan profundos como los suyos. Estaba pensando en qué tipo de auto debería comprar para reemplazar el que eche a perder. Mire los autos en el estacionamiento, pero no vi nada que llamara mi atención. Solté un profundo suspiro.

—Necesito un auto nuevo—. Dije y escuché a Tom reírse un poco.

—Sí.

—Mmm.— Asentí, aun mirando por la ventana. Estar de pie junto a él me estaba volviendo loca. ¿Que se suponía que debía hacer? ¿Qué se supone que debía decir? ¿Cómo se suponía que debía actuar? Hace veinticuatro horas todavía lo odiaba. Claro, estaba en coma, pero igual lo odiaba.

—¿Qué tipo de auto estás pensando en comprar?

—No sé. Siempre he querido un Corvette. Pero también hay muchos otros que siempre he querido y no me decido—. Me di la vuelta y le sonreí.

Mi celular comenzó a sonar y me quedé inmóvil. Era Sebastian. Lo sabia porque le tenia un tono diferente. Tom y yo miramos mi celular y un violento rubor atacó mis mejillas. No estaba segura de lo que debía hacer con respecto a Sebastian. Levanté mi celular y lo miré, como si no supiera quien llamaba. —Es Sebastian—. Miré a Tom. Se veía un poco triste, pero solo se encogió de hombros.

—Deberías contestarle entonces.— Le di una mirada suplicante, pero él solo miró su guitarra. Me sentí mal, así que ignoré la llamada. Tom me dio una mirada inquisitiva, pero podía ver que estaba feliz porque no conteste la llamada.

—El no contestó cuando lo llamé, ahora le toca a el esperar—. Después de ignorar la llamada, puse mi celular en silencio.

—Como digas, jefa—. Tom dijo y me miró, satisfecho. Probablemente pensó que había ganado la batalla contra Sebastian, pero tenía buenos motivos para no contestarle. Claro que era infantil, pero no me importaba. Aun así tenía curiosidad de saber qué mensaje me habría dejado Sebastian en el buzón de voz. ¡No mires! ¡Mantenerte fuerte! Suspiré y sacudí la cabeza.

Hurricanes & Suns. (Tom Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora