XXIV.

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PUNTO DE VISTA DE TOM

—¿Por qué no nos sigues?— Bill me preguntó, mirando hacia atrás mientras caminaba junto a Irene.

—Porque necesito hacer una parada antes, sera rápido—. Dije, lo cual no era cierto y estoy seguro de que él lo sabía. Me era imposible mentirle. Y aun así lo intenté.

—Tom...— Advirtió.

—Sera rápido. Lo prometo. No te voy a dejar plantado esta vez—. Le di una sonrisa rápida recordando la noche anterior. Estar cerca de Alexandra era algo que había extrañado. Me alegraba que ya estuviéramos en buenos términos. Me separé de ellos al llegar al ascensor. Ellos entraron y yo me quedé en el pasillo, sonriéndole a Bill cuando las puertas se cerraron. Eché un vistazo a las escaleras, debatiendo momentáneamente si debería bajarlas y encontrarme con ellos abajo.

Pero en cambio, di la vuelta y volví por el pasillo hacia la habitación de Alexandra. Sin siquiera tocar, abrí la puerta y caminé hacia ella rápidamente. La atraje hacia mí, sin importarme que se hubiera roto las costillas. Necesitaba sentirla cerca. Con una mano en su mejilla, guié su cara hacia la mía y la besé con fuerza.

Sacudí la cabeza y me encontré mirando mi reflejo en las puertas del ascensor. No tenia las agallas para hacer lo que me acababa de imaginar. Suspiré y decidí ver si Alexandra estaba bien. Sabia que no le gustaba quedarse sola en el hospital. Cuando me acerque a su habitación, ella estaba hablando por celular y parecía molesta, luego triste. Estaba hablando con Sebastian. Me alegre un poco. Si se estaban terminando, mejor para mí. Justo antes de llegar a su puerta, mi celular comenzó a sonar. Miré a Alexandra, luego al celular.

Ria.

Puse los ojos en blanco y miré a la puerta de Alexandra una vez más. Estaba hablando con Sebastian. Tal vez ni siquiera estaban peleando. No quería dejar a la única mujer que estaba dispuesta a soportarme, por algo que ni siquiera era seguro. Suspiré, me alejé de la puerta y conteste la llamada.

—Hola bebé.— Dije, sin ganas de hablar con ella.

—¡Tom! ¡Estaba tan preocupada por ti! ¿Dónde estabas, bebé? ¿No estabas con tu hermano?

—Lo estaba. Alexandra despertó y vinimos a visitarla.

—Pero... ni siquiera te cae bien. ¡Y ella me golpeó! ¿O acaso no lo recuerdas?—. Tuve que esforzarme mucho para no reírme. Recordé cuando Alexandra golpeó a Ria. Aunque estuviera borracha, tenia mucha fuerza.

—Si, ella y yo no es que seamos los mejores amigos, pero Bill la quiere mucho y quería acompañarlo—. Sabía que era malo mentirle a mi novia, pero no me importaba. ¿Qué bien me haría decirle la verdad?

—Amor, por favor, no me gusta que estés cerca de ella. ¿Y si te ataca?— Puse los ojos en blanco mientras me acercaba a las puertas del ascensor.

—No lo hará. Especialmente si no hago nada para provocarla.

—No estoy tan segura de eso. Bebe, tengo días sin verte. ¿Por qué no has estado en casa?— Hablo con su voz chillona y entrecortada. Suspiré un poco.

—Porque Alexandra estaba en coma y quería asegurarme de que estaba bien. Todos hemos pasado mucho tiempo aquí en el hospital—. No era mentira. Solo no le dije que fui el único en el hospital con Alexandra anoche.

—¿Desde cuando te preocupa tanto la estúpida de tu ex novia? Bebé, ven a verme. ¿Por favor?— Ria estaba usando su voz seductora, pero esta vez no tuvo efecto en mi.

—Lo siento. No puedo. Le dije a Bill que saldría con él y con Irene—. No era mentira, pero tampoco era lo que quería hacer.

—Pero yo soy tu novia—. Me la imagine haciendo pucheros y puse los ojos en blanco.

—Y Bill es mi hermano. Mira, te llamo mañana. Buenas noches—. Ria solo suspiró dramáticamente.

Hurricanes & Suns. (Tom Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora