XXV.

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—¿Por que te hice caso?— Le susurré enojada a Tom en el ascensor. Logró convencer al doctor de que ya no necesitaba quedarme en el hospital. El doctor estuvo de acuerdo, siempre y cuando me llevara un poco de Vicodin. Dudo que lo tome, pero Tom le prometió al doctor que me iba a obligar a tomarme mis medicinas si me llegara a doler algo. Tan pronto firme los papeles de mi salida, Tom sonrió con suficiencia y me dijo que esperara en mi habitación. Me quedé allí hasta que regresó con la ropa que encontró en su auto.

Los pantalones ni siquiera se ajustaban a mi cintura y tuve que usar un cinturón que era demasiado grande para mí. Tom pensó que podía salir caminando solo con una franela puesta, pero mi sujetador negro se veia por los lados. Tom no dejaba de mirarlo, pero se controló y, en cambio, me dio una camiseta suya que me quedaba como un vestido. Se quedó mirándome fijamente, pensando en que mas me faltaba.

—Amárrate el cabello—. Me ordenó y por alguna razón, le hice caso. Agarró uno de las gorras que sacó de su auto y me la puso en la cabeza, luego me entregó un par de lentes de sol. Me veía absolutamente ridícula.

—Es un buen plan. Ahora cállate y actúa como un hombre.

—¿Rudo? ¿Insensible? ¿Egotístico? No estoy segura de saber cómo hacerlo, Tom.— Crucé los brazos y me apoyé contra la pared del ascensor. El simple movimiento hizo que mis pantalones comenzaran a caerse. —¡Estupidos pantalones!— Hice un pequeño salto para levantarlos y Tom se rió de mí.

—Nunca he visto a un hombre hacer eso. Hazlo de nuevo—. Saco su celular para grabarme, pero lo miré con furia. No le daría la satisfacción. —Ya, ya, esta bien.

—¡Se van a dar cuenta de que no soy un hombre!— Dije mientras se abrían las puertas del ascensor. Tom se inclinó hacia mí y me susurro al oído.

—Camina con estilo.— Casi lo golpeé, pero lo seguí hacia la salida trasera del hospital hasta llegar a su auto. Justo cuando íbamos a llegar al auto y pensé que estábamos a salvo, un grupo de reporteros se acercó a nosotros, impidiendonos subir al auto. Por supuesto que estarían allí. Las cosas nunca podían ser fáciles. Me veía ridícula escapando de un hospital con la ropa de Tom puesta. ¿Por qué le hice caso a Tom? Esta no fue una buena idea.

—¡Tom! ¡Tom!— Grito un reportero.

—¿Podemos hacerte un par de preguntas?— Dijo otro.

—Sí. Claro.— Tom les respondió con una sonrisa. Me paré a su lado y crucé los brazos. Esto no iba a terminar bien, podía sentirlo.

—¿Acabas de visitar a Alexandra, tu ex novia?

—¿Está despierta?

—¿Está viva?— Tres preguntas diferentes a la vez. Levanté una ceja, luego mire a Tom. ¿Cómo iba a salir de esta? Pero él mantuvo la calma y solo les dio otra sonrisa deslumbrante.

—Sí. Está viva y se despertó hace un par de dias. Estaba allí arriba, pero no la vi. Vine a buscar a su amigo para llevarlo a casa—. Me hizo un gesto. Lo voy a matar.

—¿Eres amigo de Alexandra?

—¿Cómo está ella?

¿Por que hablaban a la vez? Alce poco la cabeza para responder, pero Tom habló por mí.

—Ella esta bien.

—Amigo de Alexandra. ¿Puedes agregar algo a esto?— Todos me miraron y yo negué con la cabeza.

—Con permiso.— Tom y yo nos despedimos y pasamos junto a ellos para llegar a su auto. Cerramos las puertas y acelero lentamente para no golpear a nadie. —Tom... te das cuenta de que probablemente van a pensar que estás teniendo una relación gay con "mi amigo", ¿verdad?— Tom se encogió de hombros.

—Excepto que "tu amigo"  realmente eres tu disfrazada, y definitivamente no eres hombre. Al menos no que yo sepa—. Me miró con una sonrisa traviesa antes de volver a mirar hacia adelante.

Hurricanes & Suns. (Tom Kaulitz)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora