Hurricanes & Suns. (Tom Kaulitz)

XXVIII.

Después de ir a Starbucks, hice que Tom me llevara de vuelta a mi apartamento. Irene y Bill nos pusieron al tanto de cómo había ido el resto de la reunión.

—¿Que vas a hacer hoy? —Tom preguntó al estacionarse bajo mi edificio.

—Mmmm. No tengo planes. ¿Por qué? —Por alguna razón me sentí nerviosa, aunque Tom probablemente solo pregunto para hacer conversación y no porque queria que hicieramos algo.

—Curiosidad. —Se encogió de hombros y tomó un sorbo de su café. Suspiré y aparté la vista, recogiendo mis cosas para salir del auto y subir a mi apartamento.— ¿Quieres ver una película o algo?

—¿Contigo?

—No. Tu sola. —Rió.— Me preguntaba si querías ver una película tú sola. —Respondió sarcásticamente, sacudiendo la cabeza.— No te preocupes. De todos modos debería visitar a mi novia. —Rio entre dientes, sin una pizca de humor.— Nos vemos. —Puso una mano en el volante como si estuviera esperando a que saliera del auto para irse.

—Espera. ¿Quieres ver la película o no? —No quería que se fuera, pero no sabía qué hacer con él si se quedaba.

—Bueno... ¿quieres que me quede? —Me miró con esos hermosos ojos marrones, como si supiera el efecto que tenían en mi.

—Claro. Podría ser divertido. —Me encogí de hombros y tomé un sorbo de mi café.

—Suena bien. Si, está bien. —Apago el auto y ambos salimos.

Entramos al edificio y subimos por el elevador. Estaba dejando que Tom entrara a mi apartamento solo para ver una película. Ambos teniamos pareja, pero teníamos un pasado y no sabía si podíamos controlarnos. Suspiré porque sabía que esta era la peor idea que podría estar teniendo en este momento.

✤✤✤

NARRACIÓN DE TOM

—¿Ya hablaste con Sebastián para resolver las cosas? —Le pregunté a Alexandra mientras guiaba el camino hacia la sala. Realmente esperaba que no hubiera resuelto las cosas con él, pero trataba de no pensar mucho en eso. Por mucho que quisiera regresar con Alexandra, no quería dañar su relación. Yo me quedaré con Ria y ya está.

—Bueno... —Se aclaró la garganta mientras dejaba sus cosas sobre la mesa.— En realidad no. Hace días no me llamaba y, de repente, hoy ha llamado dos veces. —Alexandra suspiró y sentí una punzada en el estómago. ¿Mariposas? Esto era perfecto para mí. Si ella no había arreglado las cosas con Sebastián, entonces...

—¿Pero has hablado con él? —Pregunté y comencé a jugar con una de las almohadas del sofá. No podía mirarla porque una parte de mí se sentía mal por ella.

—Aún no. —Admitió en voz baja y luego suspiró.— Entonces, ¿qué película quieres ver? —Preguntó con una voz un poco más optimista.

—Realmente no me importa. ¿A ti qué te gustaría ver? —Me encogí de hombros mientras ella ingresaba a su cuenta de Netflix en la televisión.

—Una comedia. ¿Qué tal si vemos... ¡White Chicks! —Alexandra escogió la película, luego se inclinó para dejar el control remoto sobre la mesa y, al hacerlo, la vi estremecerse un poco del dolor. Mi estómago se apretaba cada vez que hacía eso y lo odiaba. Quería que se mejorara. De hecho, preferiría que nunca se hubiera accidentado. Pero una pequeña voz en mi cabeza me decía que si no hubiera sido por el accidente, nunca hubiera podido hablar con ella.

—¿Cual es esa? —Pregunté, esperando no sonar como un idiota.

—¿No la has visto? Es de los hermanos Wayans. Te va a encantar. —Ella sonrió, agitando su mano en el aire.