Capítulo 10

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Despierto en la cama, y miro el techo. Muevo la cabeza de un costado hacia otro, aún en estado somnoliento. Me siento y apoyo los pies, pero hago una mueca de dolor, había olvidado que estoy lesionada. Miro alrededor de la habitación, y sonrío al recordar los preciosos momentos en los que reímos con Evan en el sofá que tengo en frente. Un momento... nosotros caímos dormidos en ese sofá, ¿cómo es que llegué a la cama? No recuerdo haberme levantado y trasladado para nada. Salgo de la litera tomándome de algunos de los muebles para no caerme mientras prácticamente salto en un pie, y me dedico a ir en busca de Evan.

Llego a la cocina, y ahí está él, recién levantado, con el cabello despeinado, descalzo, con su ropa desalineada y sus ojeras que marcan presencia, no sé porqué pero siempre he amado cómo le quedan las ojeras, creo que esa "imperfección" lo hace aún más irresistible. Con dos vasos de zumo de naranja recién exprimidos, se percata de que estoy ahí y me mira dejando éstos en la mesa.

- Buen día bella durmiente. - Me saluda su sonrisa torcida y yo me derrito.

- Buen día. - Se acerca Evan, y me ayuda a tomar asiento frente a él en la mesa.

Es tan cortés y considerado, hombres como él están en peligro de extinción. En realidad, hombres como él hay uno solo, y es Evan, me cuesta un mundo tratar de disimular lo que siento por él, pero no quiero asustarlo. Él es lo mejor que me ha pasado en toda mi vida, y no quiero perderle ahora que... ¿lo tengo? No quiero alejarlo ahora que está cerca al fin.

- Quería hacerte una pregunta...

- Claro, dime. - Se sienta en su lugar para desayunar juntos a gusto.

- Anoche ambos nos dormimos en el sofá del cuarto, ¿no es así?

- Si, así es. - Dice mientras me prepara una tostada con mantequilla y la ubica cerca de mí para que coma.

- Pero sin embargo, desperté en la cama. ¿Acaso caminé sonámbula o algo así?

- Claro que no. - Ríe - Yo te cargué y te puse allí. ¿Querías que te dejara durmiendo en ese incómodo sofá?

Estupefacta porque Evan Peters me tomó en sus brazos como a una damisela y me llevó dormida hasta mi lecho, trato de articular palabra.

- ¿Incómodo? Es diez veces más cómodo que mi antigua cama. - Bajo la mirada un poco apenada. - Gracias por tomarte la molestia de cuidar de mí...

- No es ninguna molestia. - Sonríe. - Y cargarte fue fácil, pesas muy poco. Aunque esos ronquidos me dañaron un poco los tímpanos. - Me observa sobre el vaso mientras toma un sorbo de su jugo.

Lo miro abriendo los ojos enormemente, y siento la vergüenza de mi vida. ¿Será que siempre tengo que hacer cosas vergonzosas cuando estoy en su presencia? Él suelta una carcajada al ver mi expresión, y me pregunto si verme sufrir le divierte.

- Tranquila, era una broma. No roncabas, dormías como bebé, profundamente. - Dice y yo siento un alivio tremendo.

Debería estar acostumbrada a sus bromas, siempre ha sido un gran tonto, pero de esos lindos.

- Oye, ¿cuál es tu color favorito? - Le suelto mientras le doy una mordida a la tostada que me preparó.

- Mmm no lo sé... - Claro, típico de Evan. - Tal vez... ¿El azul? - Mira hacia arriba pretendiendo parecer pensativo. - ¿Qué hay de ti?

- ¿Mi color favorito? Mmm no lo sé... - Lo imito. - El negro.

- Desde que te conocí pensé que tenías potencial gótico. - Se mofa de mí.

Pongo los ojos en blanco y me rio junto con él. De repente tocan el timbre, y Evan se disculpa para dirigirse a recibir a las visitas. Al cabo de unos minutos, aparecen Alice y Marisa por la puerta de la cocina, me pongo feliz al verlas y las saludo con un gran abrazo a ambas.

- ¿Cómo estás querida? Te extrañamos. Traje ropa, cepillo de dientes, y muletas como había dicho. - Dice Alice mientras me guiña un ojo sin que Evan pueda verla.

- Muchas gracias Alice, ¡te mereces el cielo!

- Disculpen señoritas, voy a aprovechar que están en compañía las unas de las otras, para ponerme presentable, ¿serían tan amables de aguardarme cinco minutos? - Articula Evan, con un tono un poco bromista ya que ese es un vocabulario demasiado educado.

- Por supuesto, ve tranquilo. Pero antes, ¿puedo pedirte para tomar una ducha con la ayuda de las chicas? - Le solicito al dueño de mi todo.

- Seguro. Síganme, las guío hasta el tocador.

Al concluir las instrucciones sobre cómo usar una cosa y otra, se retira y deja que nos sintamos como en nuestra propia casa. Así que cuando estamos finalmente las tres solas, Marisa aprovecha para lanzarme las mil preguntas que ya me imaginaba que tenía preparadas.

- Bueno, ya cuéntanos chica, ¿qué pasó anoche? - Levanta cejas acusadoras y pervertidas a la vez, y Alice se ríe.

- Okey, les contaré. Aunque me da un poco de pena, pero ya son mis amigas. Así que, ¿están preparadas para escuchar?

- Ya desembucha, ¡queremos escucharlo todo! - Grita Marisa, y le hago una seña como que no se alborote.

- Bien, tomamos helado, cantamos karaoke, bailamos, bueno, yo casi. Bromeamos, pasamos el rato, y ya, luego nos dormimos. Eso es todo.

- ¿Sólo eso? Pensé que tenías algo más interesante para contar. - Larga un suspiro mi coetánea amiga.

Me rio, y mientras aún charlamos, mis mentoras ayudan a que me bañe. Ya estoy harta de tener el pie así, y eso que solamente ha pasado un día. No me gusta que mis inconvenientes molesten a mis allegados, así que al pasar la parte más difícil, convenzo a Alice y Marisa para que vayan con Evan para no dejarlo tanto tiempo solo.

Luego de vestirme, cepillarme los dientes, y acicalarme como es debido, me voy hasta donde están esas personas maravillosas que la vida me dio la suerte de conocer. No logro encontrarlos dentro de la casa, hasta que se me ocurre buscar en el patio. En la puerta que da al jardín trasero, está parado él. Al contemplarlo, lo único que se me viene a la cabeza es la canción de Christina Perri, "A thousand years". Principalmente el comienzo, cuando dice que... ¿cómo puedo amar cuando tengo miedo de caer? Pero lo veo a él, parado solo, y todas mis dudas de repente desaparecen. Una brillante luz de fondo enmarca perfectamente la silueta de Evan, está ahí parado frente a mí, con una campera de cuero, camisa oscura, jeans desgastados, zapatos 'converse' blancos, y justamente en ese momento, él, que estaba mirando para el piso, alza la vista y me mira con su cara de bebé, y me sonríe, y mis ojos sollozan. Pero tengo que recuperarme, porque a pesar de ser el cuadro de mi vida, no puedo demostrar lo que siento, no aún. Rompiendo esa vista mágica, Evan entra a la casa, seguido de Marisa y Alice, para que yo no me esfuerce al caminar.

- Juli, preciosa, ¿ya estás preparada para irnos? - Pregunta Alice.

Abro la boca mientras miro a Evan, y afirmo que si. Sorpresivamente, me siento un poco triste. No quiero dejar de verlo ni un solo minuto, no quiero separarme ni dos metros. Además, no sé cuándo lo volveré a ver, quiero estar a su lado cada mili-segundo. Pero son sólo eso, deseos. Así que me mentalizo para dejar de respirar su delicioso aroma hasta nuevo aviso, o al menos eso espero, si no vuelvo a verlo, mi angustia terminará ahogándome. Me subo al auto, y comparto mirada con Evan. Debo estar loca, pero tengo la impresión de que él siente lo mismo que yo al saber que me voy, o quizá es sólo lo que quiero creer. Apoyo mis brazos cruzados sobre la ventana abierta del asiento trasero, sonrío tristemente, y lo saludo con la mano. Cuando el vehículo comienza su marcha, a mitad del camino en el jardín, le grito:

- ¡GRACIAS POR TODO!

- ¡MERECE! - Dice él rodeando su boca con sus manos ahuecadas, para agudizar el sonido.

Sigo mirándolo por la ventana trasera, él se queda ahí parado para observarnos marchar, y todo lo que yo puedo sentir ahora es que en esa casa, se queda una gran parte de mí.

Maktub: Estaba escrito - Fanfiction de Evan PetersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora