Capítulo 12

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Charleen

—Ese es muy lindo Chel —dije por enésima vez.

—¿En serio? —preguntó admirando su figura en el espejo—, no me convence tanto.

Volví a apoyar mi rostro sobre mi puño en muestra de aburrimiento.

Nos encontrábamos en la boutique del centro comercial buscando nuestros vestidos para la fiesta —que aún no sé si asistiré— y zapatos. Las chicas que atendían no me dejaban de insistir que escogiera uno para mí. Pero la idea me aburría con solo ver a mi mejor amiga indecisa por un simple vestido el cual usará una noche.

El baile lo han pospuesto para dentro de dos semanas más. ¿La razón? No tenían casi nada preparado, faltaban muchas cosas, entre mesas, sillas, luces y todo lo que necesita una fiesta. Porque faltaba presupuesto. Así que pidieron a los alumnos de último año colaborar. Así que por mi parte decidí repartir volantes en una sandwichería. Lo más fácil que pude encontrar.

—Tengo que ir a la sandwicheria por el trabajo —dije levantando mi bolso del suelo y colocándomelo en el hombro—, sea el cual elijas, me encantará.

—Pero tú no escogiste ninguno Charleen—respondió.

Comencé a dirigirme a la salida.

—¡Escoge uno para mí! —exclamé saliendo de la boutique.

Al salir, sentí el aire frío de la tarde-noche y me froté los brazos con mis manos. Comencé a dirigirme a la sandwicheria.

"Necesitamos repartidor de volantes".

Observé el cartel e ingresé. El aire caliente de la sandwichería y el buen olor me hizo sentir mas relajada.

Me dirigí al joven que atendía detrás de la caja.

—Buenas tardes —saludé.

El joven levantó la mirada de su libreta y me respondió el saludo con un gesto con la cabeza.

—Ehm, vengo por el trabajo —dije señalando con mi pulgar la puerta.

El joven levantó ligeramente las cejas, como si fuera la primera chica que pide un trabajo de repartidora de volantes. Asintió con la cabeza.

Él me indicó todo en lo que consistía el trabajo, el horario, la paga—muy importante—, mis cupones gratis de hamburguesas, el nombre de mi jefe—o sea, su nombre—, y lo que no tenía que hacer.

—Espera mientras traigo el contrato—dijo y luego desapareció por la puerta de administración.

Esto fue más rápido de lo que pensé.

Esperé parada mientras observaba las hamburguesas que salían de la cocina que olían estupendo.

—Aquí firma por favor —habló el joven llamando mi atención—, y llena todos los espacios, claro.

Hice todo lo que pidió y estreché mi mano con la de él.

—Bienvenida Charleen —dijo—, ah si, me olvidaba.

—¿De qué? —pregunté.

—Tienes que usar a Wich —respondió como si hubiera olvidado algo sumamente importante.

—Espera, ¿Wich?

Al preguntar que cosa sería Wich recae sobre mí un arrepentimiento de haber escogido de entre todos los trabajos este. Wich era un sandwich, para ser más precisos, un disfraz de sandwich el cual tendría que usar en mi jornada de trabajo. Tendría que usarlo si o sí, asi que me contuve a negarme.

El chico nalgón, su novia y yo | ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora