Tú y yo, para siempre.

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El combate empezó.

Me empecé a mover por el ring esperando recibir un fuerte golpe de Alfred, pero se le veía muy inseguro, decidí atacar primero. 

Le lancé un fuerte gancho a la mandíbula que esquivó con facilidad. No esperaba menos de el.

Se defendió con una lluvia de puñetazos, la mayoría me acertaron en el estómago, el árbitro lo separó de mi mientras el público chillaba de dolor, era lo que me hacía más gracia, como la gente vivía los golpes y sufría como el boxeador.

Sorprenderle...

No encontraba forma de sorprender a un rival mucho más hábil que yo, y seguramente mucho más experto. Paula me esperaba en el baile y me gustaría llegar con buenas noticias.

Alfred seguía enviando fuertes golpes hacia mi, algunos rebotaban en mi nariz, otros en los brazos al cubrirme. Mi nariz empezaba a sangrar y no encontraba forma de sorprenderle de ninguna manera así que decidí contraatacar. Empecé yo también a enviarle fuertes Krouches, pero los esquivaba. intenté darle golpes sencillos pero fuertes, tampoco tenían efecto. No tenía nada que hacer, se merecía ganar.

Ganar...

Mi toalla reposaba en la esquina del ring, esperando que acabase la ronda para empaparse con mi sudor y sangre. 

La toalla...

Acabó la primera ronda con una clara ventaja para Alfred, no tenía ningún miramiento a la hora de asestar los golpes en mi cuerpo.

Fueron pasando las rondas y yo cada vez continuaba a peor, solo le había asestado un golpe en la nariz, y ahora por ella se distinguía una reluciente gota de sangre.

Llegamos al séptimo asalto y la cosa seguía igual. Decidí sorprenderle.

Rápidamente me acerqué a la esquina del ring y recogí mi toalla del suelo. Con este gesto gran parte del público soltó un grito aterrado, sabían que pensaba hacer. Si, me disponía a tirar la toalla y retirarme antes de que la cosa fuese a peor. Levanté mi brazo y lo impulsé pero justo en el momento en el que debería haber soltado la toalla paré. 

Kevin....

Kevin había tirado su toalla para que yo pudiese llegar a la final y ganar, no para dejarle chupada la victoria a Alfred. Volví a sorprenderle, pero esta vez, me sorprendí a mi mismo. La toalla volvía a estar en su sitio yo me dirigía hacia mi oponente con el brazo en alto dispuesto para pegar. Le asesté algunos golpes mientras el se cubría. Le dí un fuerte directo en la boca y su labio empezó a sangrar. El se secó la sangre en su guante rojo, no se distinguía. 

El me devolvió sus ataques con otros más fuertes, hice lo que pude para esquivarlos. hubo un momento en el que vi un hueco muy claro para poder derribarle, así que lo puse en práctica. Corrí hacia el y le di un directo que el cubrió a la perfección. A continuación deslicé mi pierna derecha a los lados, obligándole a abrirse de piernas y caer de rodillas delante mio. Justo en ese momento de sorpresa le di un fuerte golpetazo en la cara y se derrumbó delante mio.

El árbitro empezó a contar. Consiguió acabar la cuenta y el combate acabó con mi victoria.


Al salir del gimnasio me esperaban todos mis amigos, incluso Lise:

-Hola

-Hola, ¿Que quieres?-dije en un tono nervioso.

-¿Podrías perdonarme? No sabía lo que hacía, me dio mucha rabia al enterarme que yo te gustaba desde hacía tanto tiempo porque tu a mi también me gustabas.

-Fue culpa de los dos, no nos declaramos

-Ya, por eso quería pedirte si podemos arreglar las cosas y poder... en algún momento estar juntos.

-Lo siento Lise, no tengo las ideas bien claras, puede que en otro momento y en otro lugar si, pero de momento prefiero estar solo.

-Vale, ¿pero podremos ser amigos?

-Claro, nada de esto cambiará nuestra amistad

-¿Seguro?

-Claro, tu y yo, para siempre- dije mientras estrechábamos nuestros meñiques, como hacíamos cuando nos conocimos.

Me despedí de mis amigos mientras me alejaba por las calles de Londres, un Londres diferente para mi, un Londres que había conseguido cambiar mis sentimientos en menos de un año. 

Mientras me alejaba, los últimos rayos de sol iban cayendo en mi ciudad, una ciudad bañada en un color rosado de las nubes. Se notaba cómo ya había llegado el verano. Decidí que aún tenia tiempo para elegir un camino más largo para llegar a mi instituto y así lo hice, mientras ordenaba, por última vez en aquel curso, mis ideas.



Tu y yo, para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora