Motel

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Nadie diría que después de dos días agotados en los que sólo se permitieron caminar durante horas y horas, con sus estómagos vacíos, sus pies llenos de ampollas y sus ropas sudorosas, acabarían por tener un golpe de suerte.

Aquella mujer había sido su estrella en el cielo, su pequeña luz entre tanta oscuridad. Había sido amable, tanto, que se comprometió en traerlos al pueblo vecino cuyo objetivo fue el primero desde que comenzaron este viaje. Las largas, pero pequeñas calles eran ahora su bosque, las distintas casas y tiendas a su alrededor sus árboles, los obstáculos su maleza y las tantas personas que se iban encontrando lo que tanto anhelaron cruzarse.

Al principio se sentían cohibidos por si alguien los pudiera reconocer, pues nunca se sabe a quién podrían encontrar allí, quizás, algún habitante vecino. Pero, nada más lejos de sus preocupaciones, a medida que el tiempo pasaba notaron que nadie se giraba para verlos y ni siquiera para ellos había algún rostro reconocible. No tenían nada que temer. Y dicho esto, los chicos soltaron la tensión de sus hombros y adornaron sus rostros con sonrisas tranquilas.

Emocionados de que su suerte haya mejorado enormemente, recorrieron la calle principal de tramo a tramo, buscando el lugar más barato para comer. Lo encontraron después de preguntar a una pareja que paseaba con sus hijos. Con las indicaciones obtenidas se adentraron en un par de calles más estrechas de lo normal y dieron con el local de comida. Sus estómagos rugieron cuando entraron y vieron a otras personas comer tranquilamente sus almuerzos. Avergonzados de que tales rugidos pudieran ser escuchados, buscaron una mesa lo suficientemente grande para que los siete cupieran.

— ¿Qué queréis comer? —Jin pasó un par de cartas que había sobre la mesa y todos clavaron sus ojos en éstas, hambrientos por ver con qué llenarían sus barrigas— Y recordad, nada de platos caras; lo más barato posible —todos asintieron sin despegar sus vistas y ninguno la volvió a levantar hasta decidirse qué comer.

La comida no es que fuera nada del otro mundo; tan sencilla como su precio lo indicaba, pero para ellos fueron los platos más laboriosos y sabrosos que habían probado jamás. Sobaron sus estómagos, sonrieron como bobalicones y soltaron un fuerte suspiro que indicaba lo satisfecho que quedaron. Salieron de allí con el peso que les faltaba en sus cuerpos, miraron a su alrededor sin saber muy bien qué hacer y no fue hasta entonces que se miraron entre sí para que alguno decidiera hablar.

— ¿Y ahora?

— Buena pregunta —respondió YoonGi a Jimin—. ¿Deberíamos buscar un sitio para pasar la noche?

— Deberíamos, sí, antes de que se nos eche la noche encima.

— Aún queda mucho para eso.

— Sí, Tae, pero nos pillará tarde si nos cuesta buscar algún lugar —con la lógica respuesta de NamJoon, todos se pusieron en marcha, pero, ¿a dónde irían?

No conocían aquel pueblo, ni siquiera sabían un lugar para comer que fuera económico. ¿Cómo encontrarían un lugar para dormir con la misma condición? Podrían preguntar y luego recorrerse todos los moteles del pueblo, ¿pero tendrían el tiempo suficiente para hacerlo antes del anochecer?

Sólo había una forma de hacerlo y fue la que llevaron a cabo. Preguntarían a los habitantes por un motel, por el más barato que hubiese en ese pequeño pueblo. Por supuesto, no todo iba a ser tan fácil y cuando preguntaron, cada habitante les indicó uno diferente. Sólo hubieron dos personas que coincidieron en uno, pero ahora un tanto estresados y agobiados se sentaron en unos bancos de una plaza a pensar sus opciones y decidir de una vez por todas.

— Deberíamos optar por el motel que han nombrado esas dos personas —dijo YoonGi con un papel entre sus manos, éste tenía apuntado el nombre y la dirección de los moteles que les habían dicho, y la verdad, no fueron muchos.

Escape [BTS/BL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora