Capítulo 4

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La predicción de Lexa se había cumplido, por la tarde comenzó a llover. Clarke miró fascinada por la ventana ¿Cómo lo había hecho? Oliendo humedad. No sabía porque, pero le entró algo de gracia y aunque parecería un poco loca, esbozó una pequeña risita. No lo podía negar, dentro de su rareza, esa chica tenía algo que le gustaba.

Lexa estaba sentada junto a la ventana. Observando como llovía, e inconscientemente acabó escuchando una risa que procedía un par de pisos más atrás. Era indudable de quien era Clarke. Sin darse cuenta, se vio curvando los labios. Le gustaba ese sonido. Se levantó y se acercó a la pared, se moría de curiosidad ¿qué le había hecho gracia? Enseguida se apartó y volvió a su sitio. No podía gustarle, era una humana.

Para cachondeo el que tuvieron Raven y Octavia. Joer, últimamente no hacían más que reírse de sus situaciones con la vecina:

– A ver si me he enterado, la fuiste a besar y salió huyendo despavorida.

Pregunto Octavia aguantándose la risa:

– No olvides– añadió Raven entre carcajadas– después de preguntar si padecíamos de alguna afección cardiaca.

– No la entiendo– dijo Clarke frustrada– se les van los ojos a mis tetas, me soba en el ascensor, tenemos un momento de lo más caliente con el bombón, me lanzo para besarla y sale huyendo como si la fuera a pervertir.

Sus amigas ya no podían más, Octavia estaba tirada en el suelo pataleando entre carcajadas. Raven también estaba en el sillón abrazándose la tripa y se quitaba una lagrima:

– Es única esa chica.

Dijo por fin Raven cuando pudo calmarse:

– Es la primera vez que me hacen la cobra, normalmente las suelo hacer yo.

Siguió diciendo Clarke con resquemor. Raven alzo una ceja, ya había visto así a Clarke, sobre todo en el instituto, cuando le gustaba alguien:

– uuuuh– le señaló con el dedo– te has propuesto seducirla ¿Verdad?

– no se quien caerá antes– Octavia se sentó por fin en el sillón a su lado– porque reconozco, que hasta a mí me pareció atractiva.

– Para ser heterosexuales la habéis detallado muy bien.

Dijo Clarke ceñuda. En el fondo se sentía sugestionada por sus amigas, que no hacían más que repetirle lo buena que estaba la vecina. Vale, sí, le había herido el orgullo rechazando su beso de esa forma, sus rarezas que la hacían única e interesante.

Después de ese día la rubia esperó encontrarse con Lexa en el ascensor o por el estilo, pero pasaban los días y nada ¿Había que esperar que pasaran semanas para verla? Eran vecinas, tampoco debía ser tan complicado.

El comienzo de las practicas estaba a la vuelta de la esquina y sabía que no tendría apenas tiempo para nada. Así que se aventuró a hacer lo típico, se acercó a su puerta y cuando estuvo a punto de llamar abrió ¿Cómo lo haría? "A lo mejor huele tu celo" se le pasó por la mente su voz interior retorcida y jocosa:

– ¿puedo ayudarte en algo?

Pregunto la morena educadamente y con toda la normalidad del mundo. Clarke soltó una risita nerviosa y se rascó un poco la cabeza:

– Se me acabó la sal, me preguntaba ¿podrías darme un poco?

Lexa frunció el ceño y miró el reloj de pulsera:

– El supermercado de abajo está abierto a estas horas.

¿Enserio? Pensó estupefacta Clarke. No solo eso, si no que iba a darle de nuevo el portazo en las narices. Clarke ya picada empujó la puerta, forzó una sonrisa, e intentó seguir con la excusa de la sal, pero se lo complicaba por momentos:

Marca salvaje: solitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora