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-¿Qué coño está pasando? -me dijo con la voz adormilada mirando mis maletas.

-¿Por qué estás en este baño? -respondí yo, secándome las lágrimas rápidamente para pasar piola.

-El mío está averiado... ¿estás llorando?

-No, déjame. -Le hice el quite y seguí avanzando con más velocidad.

-¿Adonde crees que vas? -Me agarró del brazo y me tomó con tal firmeza que dio vuelta todo mi cuerpo y tuve que mirarlo por obligación.

-Me voy a mi casa, con mi gato. A Chile -agregué tras ver su cara extrañada.

-Madre mía, Pepi, ¿a estas horas? ¿Por qué estás haciendo esto? -La cara de Ibizo era de angustia pura. Pude ver que la luz de la pieza de Obiwan se había encendido y me alarmé. No quería que todos vieran el show que me estaba mandando.

-Ya, déjame, ¿dale? Tú estás bien acompañado ahora, no necesitas mi presencia. Creo que ya es demasiado tarde para que me quites la ley del hielo.

-Pues yo creo que es demasiado tarde para que te marches a Chile.

Oímos voces desde el pasillo y desde la pieza de Obiwan, Ibizo me agarró con más fuerza aún, me entró a mi pieza y luego metió todas mis maletas con una velocidad y fuerzas casi vampirescas, cerrando la puerta tras de sí.

Me senté en la cama y me tapé la cara con las manos, cerrando los ojos bajo mis dedos. Toda la situación me había superado. Me largué a llorar y ya ni la vergüenza podía impedirmelo. Sentí el peso del cuerpo de Ibizo sentarse a mi lado y más pena me dio aún.

-¿Qué pasa, Pepi? -me dijo con voz suave.

《Es obvio. ¿Por qué los hombres son tan aweonaos?》, pensé.

-Nada, estoy triste nomás y me quiero ir. Sobro acá.

Ibizo suspiró.

-Es por el Español, ¿verdad? Respecto a eso, para tu alivio, hay algo que debo decirte...

-¡No es por el Español! -le grité sacándome las manos de la cara y mirándolo enojada-. ¿Cómo no entiendes, Ibizo?

Me quedó mirando con cara de absoluta perplejidad.

-Ay, Díos mío -empecé-. Mira, partiré desde el principio. Cuando te conocí te encontré muy mino y simpático y admito que en algún momento en los inicios de nuestra amistad pensé en jotearte para sacarme de la cabeza al Español, pero mi rollo con el Español era demasiado grande y acarreado por demasiados años, por lo tanto deseché de mi mente esa idea altiro, incluso cuando me robaste ese beso en la puerta de mi depa.

Lo miré para ver señales en su rostro de que me seguía el ritmo. Parecía comprender.

-Después empezaste a salir con Blondie -continué-, y ahí asumí que eras colipato. Me refiero a que pensé que eras gay, y ya había pasado lo del Español. Quizá lo amaba, ya no lo sé, ya no sé nada. Toda esa historia parece como de otra vida. El punto es que jamás pensé que podría sentir algo por ti.

-Y ahora sientes algo por mí -susurró con un brillo extraño en los ojitos pardos.

-¡Espera, déjame terminar po'! -respondí ofuscada.

-Ok, ok, continúa.

-Cuando la Colorina apareció en nuestras vidas me di cuenta de que no me gustaba cómo esa weona te miraba. Esos fueron los primeros indicios. Me daba rabia que ella estuviera cerca de ti y empecé a sospechar que esos eran celos, pero jamás lo admití ni para mí ni para nadie para no quedar como locaculiá.

Pepi La Fea 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora