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Quise agarrarla, pero me dio miedo. ¿Y si estaba cargada? ¿Y si no tenía el seguro puesto? ¿Y si al tomarla se disparaba sin querer? ¿Y si mis huellas digitales quedaban impresas en ella y después me culpaban de algún delito que no había cometido y me iba en cana?

De todos modos mis pensamientos no importaron porque el Español fue más rápido y la agarró, dejándola entre sus piernas.

-Oye, Español, qué onda... -dije cagadísima de miedo. Esta situación se había ido completamente de las manos. Parecía sacada de una película de gánsteres.

-Toma esto como un paseo, ¿vale? -Su tono había cambiado completamente. Ya no era el Español sincero, amable y gentil de hacía unos minutos. Este era otro weón: frío, cortante e intimidante. ¿Acaso este había sido siempre y el otro solo era un personaje?

No sabía que hacer. Si intentaba quitarle la pistola las cosas se podían poner peor. Intenté abrir la puerta para tirarme fuera del auto, no me importaba que fuéramos en una carretera a la velocidad del pico. Quizá moriría de todas formas..., pero la weá tenía seguro.

-Es un paseo contra mi voluntad -dije con un hilito de voz, procurando no alterarlo. Pensé que si empezaba a gritonearle podía enojarse y pegarme un balazo-. Español, tengo que volver... por último déjame acá tirada... te pago la bencina que has gastado en este viaje incluso...

No me respondió. Tenía el ceño fruncido y manejaba apretando tanto el volante que sus nudillos se habían puesto blancos.

Saqué piolamente mi celular para comunicarme con la gente del hostel, o con los pacos, o con quién fuera, pero casi inmediatamente la fría voz del Español retumbó en mis oídos:

-Apaga el móvil, ponlo dentro de la guantera y ciérrala.

-Pero...

-Vamos, joder, no me hagas repetirlo.

Tragué saliva y le hice caso porque no me quedó otra y concentré mis pensamientos en cosas bonitas para no caer presa del pánico. 《El Español me quiere, nunca me haría daño.》

Con su mano derecha encendió la radio y seleccionó el modo CD. Luego cambió los tracks hasta que llegó a una canción.

Por ti volaré,
espera que llegaré,
mi fin de trayecto eres tú
para vivirlo los dos.

Por ti volaré
por cielos y mares
hasta tu amor.
Abriendo los ojos por fin,
contigo viviré.

La canción de Andrea Bocelli me sonó como un anuncio terrorífico mientras pasábamos por campos y sierras camino a Carlos Paz. El auto avanzaba a gran velocidad... 110... 130... 150 kilómetros por hora y al Español le daba lo mismo si lo paraban los pacos. 《Ojalá nos paren》, pensaba yo. Esperaba que ir rajao podía ser mi salvación, pero ningún policía nos detuvo en todo el trayecto.

Yo soy un GPS humano y como no me había sacado los bigotes Dios sabe desde hacía cuanto tiempo, estos me orientaron en espaciotiempo igual que los ratones, porque guarén de acequia se nace. Sabía que habíamos llegado a alguna zona sur de Carlos Paz, un poco alejada del centro de la ciudad, y mi mente guarenil trabajaba a mil por hora pensando qué chucha hacer.

Ya no tenía a Ibizo. Probablemente él ya había pasado Policía Internacional y estaba odiándome en ese momento por haber salido con el Español. Yo también me odiaba. Puta que soy weona. Por no hacer caso a consejos sabios había terminado secuestrada, porque esa weá a todas luces era un secuestro. No podía dejar de pensar en Don Graf y en Chispita, el mono que salía en las cuentas de la luz y que daba sabios consejos. 《No eleves volantines cerca de los cables》, decía Chispita, pero ese día su consejo valía callampa.

Pepi La Fea 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora