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Tuvimos que acomodarnos en la van de Lucas todos apretados y curaos. Yo estaba tan ebria que ni frío sentí, pero ni una botella de cinco litros de chimbombo podía hacer que dejara de pensar en el baile de Ibizo y Tulenka.

Ibizo y Tulenka, Ibizo y Tulenka, Ibizo y Tulenka..., y con esos últimos pensamientos me dormí.

Estaba en una mesa de un bar de Bellavista con Teodoro sentado frente a mi. Tenía puesto un vestón y una corbata, y me miraba súper serio con sus patas cruzadas.

-La cagaste -me dijo Teodoro-, porque el 《te amo》 de Ibizo era todo lo que más queríai escuchar desde hace meses y meses y tú lo agarraste pal webeo.

Oh, conchesumadre, qué raro era estar ahí en Bellavista teniendo conversaciones profundas con mi gato. Peor aún: mi gato me estaba paqueando.

-Pepi -continuó Teodoro-, Ibizo es un weón que ha echo todo por ti. Te dio alojamiento, te dio comida, te salvó de un terrorista, viajó al otro lado del mundo contigo, te cuida ¿qué más querís?

-Pero el Español...

-El Español ya era, ¡avíspate! -chasqueó sus patitas en mi nariz-. Tulenka no es como la Chabacana o la Colorina, que eran unas casquivanas. Tulenka es buena onda y bacán. Podís salir perdiendo feo esta vez. ¡Juégatela de una vez por todas!

-¿Tú decís?

Amái a Ibizo! -respondió enojado-. Asúmelo.

《Asúmelo.》
《Asúmelo.》
《Asúmelo.》

Y lo asumí.

Desperté.
La caña que sentía era peor que haber despertado en el suelo de la van con algunos fierros incrustados en mis piernas. Tenía la boca sequísima y me arrastré como foca para agarrar una botella de agua que había en el suelo, pero al tomarla caché que estaba tibia y la escupí.

-¡Qué weá! -exclamó Obiwan, porque el agua había ido a parar a sus patas.

-Oh, sorry.

Era cerca del mediodía y todos empezaron a despertar tanto por el ruido como por el calor intenso que comenzaba a abrasarnos. Salí y caminé hacia la orilla del lago para tomar un poco de aire fresco, sopesando la posibilidad de estirar el hocico y sorbetear esa agua nomás, porque estaba realmente muerta de sed.

-Anoche la recagamos con Cuantascopas -dijo Lucas a mi lado.

Poco a poco se nos empezaron a unir los demás. Muchos traían cocaví en sus manos y empezaron a repartir comida. Yo saqué un pan rancio y le pegué una mascada porque tenía más hambre que Ana Frank, y lentamente mi mente se fue desconectando de la conversación que había surgido a mi espalda a raíz de lo de Cuantascopas y su vídeo xxx.

No fui con ellos cuando en grupo golpearon la puerta de la casa de Cuantascopas para pedirle perdón. Tampoco entré inmediatamente cuando Cuantascopas aceptó las disculpas a cambio de comida, alcohol y hostel gratis, sino que me quedé reflexionando sobre la noche reciente.

Mi gato, mi propio gato se me había aparecido en un sueño y finalmente me había abierto los ojos. Amaba a Ibizo aún cuando estaba con el Español. Lo amaba aunque fuera medio maricueca, aunque fuera medio pelao con las minas (y los minos), lo amaba a pesar de su higiene dudosa y su enemistad con la peineta. Y lo amaba a pesar de su baile calentón con Tulenka.

Pepi La Fea 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora