Tenía la cagá encima de mi cama y no sabía qué meter en el bolso y qué dejar en el hostel. Hacer bolsos de viaje siempre era un cacho, porque típico que dejabas algo en casa y después, en la mitad del viaje, lo necesitabas, o al revés: llevabas cosas que no usabas.
Miré con el rabillo del ojo por el lado del biombo y distinguí la silueta de Ibizo aplastando su maleta con todo el peso del cuerpo para poder cerrarla. Me reí para mis adentros, porque aún no nos hablábamos y no quería que se diera cuenta de que estaba pendiente de él.
Eran cerca de las siete de la mañana y estábamos atrasados para irnos a villa Carlos Paz. Cada vez que escuchaba la palabra villa, me imaginaba un pueblucho de mierda muy fomeque, pero hablaban tan bien de ese lugar que no podía ser tan penca como mi imaginación me mostraba.
Bajé mi pesado bolso por la escalera de mármol y salí a la calle, donde estaban los demás subiendo sus cosas a la van de Lucas.
-Tremendo furgón -comenté, mientras le pasaba mi bolso a Lucas, que estaba haciendo de acomodador de maletas.
-Y sí. Es la van con la que traigo los insumos al hostel, y con la que nos vamos de joda, ya que estamos.
Ibizo apareció cargando dos pesados bolsos, con Tulenka a su espalda. Ella me saludó con un sonoro beso en la mejilla pero Ibizo me ignoró olímpicamente.
-Así que ahora te carga el bolso, ¿ah? -le dije a Tulenka haciéndome la buena onda con cara de 1313, pero tenía el corazón más apretado que zunga de burro. Tulenka me sonrió abiertamente y me guiñó un ojo.
《Qué importa, tú aún amas al Español. Hace nada que terminaron. A nadie le gusta otra persona tan rápido》, pensé. Pero otra voz en mi interior decía que tal vez, solo tal vez, Ibizo me gustaba desde mucho tiempo atrás.
Ibizo y Tulenka se fueron sentados juntos en la van justo detrás de mi, así que me senté con Obiwan y el Greñas bien apretados, para no tener que irme adelante con Cuantascopas y Chuainstaiger. La rubia gordita de pelo corto ondulado, que se llamaba Silvia, también se coló al viaje y se fue sentada al lado de Lucas, que había dejado a Bambana a cargo del hostel.
-No es tu polola, ¿cierto? -le pregunté a Obiwan en voz bajita algo que ya era evidente.
-¿Ella? No, si la conocí en el hostel -se rio nerviosamente.
-¿Y qué andan haciendo ustedes por acá?
-Yo estoy recorriendo Sudamérics -comentó el Greñas-, y conocí a estos de casualidad.
-Andamos en las mismas -apuntó Obiwan-. Buena onda conocer gente viajando.
Seguí metiéndole conversa a Obiwan y al Greñas para ignorar las risas de Tulenka e Ibizo a mi espalda. Una parte de mí quería odiarla, pero la mina era tan buena onda que era imposible. Creo que la peor enemiga es aquella a la que no le puedes tener mala.
El viaje a Carlos Paz duró menos de una hora. Cuando llegamos a la ciudad quedé con la boca abierta. Era maravillosa, pintoresca y llena de mijitosricos. El lago San Roque, que estaba rodeado por la ciudad, era hermoso. Estaba lleno de veleros y el clima era fresco y agradable.
-Quería puro volver -dijo Obiwan cuando nos bajábamos.
Habíamos estacionado la van frente a la cabaña de Cuantascopas y ya estábamos sacando los bolsos de la parte de atrás.
-Hacía ya tiempo que no venía -dijo Cuantascopas con un misterioso tono en su voz-. Dentro tiene que haber más arañas que en Aracnocity.
Cuando entramos a agarrar piezas, Tulenka pegó manso grito.
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Pepi La Fea 2
Teen FictionCuando Pepi llegó a estudiar en España nunca imaginó todo lo que le iba a pasar: descubriría que su mejor amiga la había engañado con el Español, su gran amor cibernético; conocería a tantos buenos amigos y sobre todo a Ibizo, el más incondicional;...