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-Ni de coña te juntas con él. No vas a ver a un terrorista que explícitamente dice que te ama.

Ibizo se cruzó de brazos y me miraba ceñudo desde el sofá.

-Pero quizá sea mejor..., así deja de molestar. Serviría para cerrar una etapa. Además también puedo dejarle claro que estamos juntos ahora, que ya no tiene posibilidad...

-¡No, Pepi! Joder, ¿acaso no entiendes lo que hará? Porque yo lo tengo clarísimo. Te va a llenar de palabras hermosas, te pedirá que te cases con él, que te comprará una mansión en Madrid y tal.

-¡Yo te quiero a ti! Solo quiero oír lo que quiere decir, solo para saber. Después se irá y volveremos acá, a nuestros asuntos.

Se puso de pie y empezó a caminar de allá para acá. Cuantascopas se asomó al hall con una botella de agua mineral en la mano, abrió la boca para decir seguramente alguna pesadez, pero la mirada grave que le pegó Ibizo hizo que la cerrara de inmediato y se fuera. Probablemente hizo correr la voz de que no era buen momento para ir a meterse al hall, porque nadie más osó asomarse ahí.

-A ti cuando se te mete algo entre ceja y ceja no hay quién te quite la idea -empezó a decir, sin detenerse en su va y viene-. Te conozco, vas a liarla, ¿importa más lo que te quiera decir a lo que yo te estoy pidiendo?

-¡Claro que no!

-¿Pues entonces? Todo eso me pareció extremo. Que un hombre viaje a otro continente solo para pedirle perdón a una mujer que le ha dejado bien claro que no quiere que lo busque nunca más no es tierno ni romántico, es enfermo. Solo está confirmando que su mente funciona mal. ¡Así que no debes juntarte con él!

-¿Por qué estás tan celoso si sabes que te quiero a ti?

-¿Y por qué reduces esta conversación a algo tan banal como los celos? No son celos, Pepi, ¡no quiero que te haga daño! ¡Ese tío es peligroso! ¿Tanto te cuesta entender eso?

-¡Está bien, Ibizo, no me voy a juntar con él!

Se detuvo frente a mi y me miró con una mirada peligrosa que no conocía de en él.

-Porque, Pepi -dijo con fiereza-, si me entero de que has salido con el capullo ese, te juro por mi madre que cojo mis maletas, voy al aeropuerto y me subo al primer avión con destino a España.

《Puta que tiene plata este weón》, pensé, pero cerré la boca y solo asentí.

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Estuve como veinte minutos en la azotea mirando el hotel Sheraton que tantas otras veces había observado cuestionándome qué clase de gente alojaba ahí. Ahora lo sabía. ¿Me alcanzaría a ver el Español desde alguna ventana? Seguramente no, pero con binoculares podría ser...

No había terminado de deshacer todas las maletas y tampoco tenía la intención de hacerlo, porque decidí pasarme el resto de la tarde tirada de guata en mi cama leyendo la carta del Español. Me hacía sentir muy culpable oler el papel de vez en cuando en busca de retazos de su aroma, mirando fugazmente la puerta, no fuera a ser que Ibizo estuviese allí parado mirándome hacer esa weá.

Lo cierto es que ver al Español me había revuelto la guata, pero no podía hacer o decir nada frente a Ibizo. ¿Y qué iba a hacer, en todo caso? Amaba a Ibizo, estaba segura. Mi propio gato me lo había confirmado. Nada iba a cambiar eso. Es más: cortar definitivamente todo el rollo con el Español iba a servir para lo mío con Ibizo. Un nuevo comienzo con todas las de la ley.

《Ibizo sabía que el Español vendría y no quiso decirme nada》, pensé. ¿Debía enojarme? Correspondía. ¿Debía hacerle caso? Definitivamente no. Si me amaba realmente entendería que necesitaba cerrar el ciclo con el Español. Necesitaba oír su explicación, aceptar sus disculpas y despedirme, para siempre. Además, ¿qué cosa tan mala podía pasar si nos juntábamos en un lugar público? Luego de eso me esperaba toda la vida por delante para estar con Ibizo. Porque ese era el plan... se supone.

Pepi La Fea 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora