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La noche en que agarraron al Español me llevaron a un hospital a curarme las heridas, pero lo que los médicos no sabían es que hay heridas que ellos no pueden curar. Hay heridas que van por dentro, en el alma, y aquella noche esa era mi herida más grande.

Más que los vidrios que tenía enterrados, me dolía que la historia quedara así. Habían pasado once años ya desde que hablé por primera vez con el Español, en una sala de chat, y ahí estaba yo: en un hospital constatando lesiones que habían sido ocasionadas por su culpa.

-Intenta no pensar tanto -me dijo Ibizo cuando estaban curándome una herida fea que tenía en la pierna. Era la primera vez que me hablaba después del episodio con el Español-. Quizás esto fue necesario para que de una vez por todas entendieras que este tipo no era de fiar.

-Estoy bien -dije haciéndome la valiente, porque en realidad me dolía más que la chucha la curación que me hacía la enfermera-. ¿Por qué no te fuiste?

-De hecho me iba, pero vi algo en el aeropuerto que me hizo entrar en sospechas.

-¿Qué viste?

-Cuando estaba haciendo la cola para comprar un pasaje, vi a Silvia pasar, la rubia del hostel. O Nancy, como se llame. En realidad la vi a ella y a unos policías que la llevaban detenida. Eso se me hizo muy sospechoso. Dime que estoy loco, no sé, pero tuve una corazonada. Entonces me devolví al hostel y me encontré con los chicos abordando la van de Lucas. No hizo falta que preguntara nada, pues me contaron todo de sopetón.

-¿Y Cuantascopas que tenía que ver?

-Él fue quien pasó el chivo a la poli. Esa misma mañana había oído una conversación sospechosa de Silvia y le avisó a sus compañeros para que echaran un vistazo en los expedientes de la mina. Resulta que usaba identificación falsa y tenía orden de arresto por la Interpol también.

-¿Cómo chucha entran y salen de un país si tienen orden de arresto internacional?

Ibizo se encogió de hombros y de hizo un silencio entre nosotros.

¿Saldría todo eso en la prensa? Esperaba que no. No me imaginaba dando entrevistas y cosas así.

La enfermera terminó sus curaciones, me pasó un papel y me pude ir al hostel. Todos estaban agolpados en el hall, ávidos de información, pero antes de siquiera decir hola los abracé a todos muy fuerte y le planté un beso en la mejilla a Cuantascopas.

-¡Gracias por todo! -dije con emoción.

-¡No hay de qué, Pepi, te queremos! -respondió el Greñas.

Nos sentamos todos juntos a conversar sobre los hechos recientes. Lucas nos regaló milanesas y bebidas a todos.

-Esperá, a ver si entendí bien todo -dijo Lucas después de que Ibizo y yo le contamos a todos la historia de Pepi la Fea-. ¿Vos estuviste de novia con el tipo que te secuestró?

-Así mismito.

-¿Y él -apuntó a Ibizo- te ayudo a que tú fueras novia con el terrorista, y ahora está de novios ustedes dos?

-Sí -dijo Ibizo, resuelto.

-Espera, ¿somos pololos? A mí no me has pedido nada.

-Bueno, pues qué va, eso es obvio -me respondió sonriendo.

Lo agarré del cuello y le di un beso. Después fuimos todos a dormir, porque era de madrugada y estábamos cansadísimos. Ibizo se despidió de mi en la puerta de mi pieza y subió arrastrando sus maletas.

Me tiré de guata a la cama, me saqué los zapatos con los mismos pies, pero no fui capaz de desvestirme porque estaba echa pico. Me quedé dormida con la ropa puesta y, afortunadamente, no soñé nada en toda la noche.

Pepi La Fea 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora