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-¡PERO QUÉ COÑO! -gritó Ibizo dándole un empujón a Cuantascopas.

-¡Mi pirata español! -volvió a cantar Cuantascopas intentando abrazar nuevamente a Ibizo.

El empujón que le dio esa vez hizo que Cuantascopas trastabillara y, de no ser por el boliviano que lo agarró, se hubiera ido de culo al suelo.

-Este chabón se pone trolazo con unos tragos de más -comentó Lucas a mi espalda.

Yo no hice comentario al respecto. Evité mirar a Ibizo porque no quería que adivinara en mi expresión que me había dolido la guata verlo mariposeando una vez más. Creí que su época Blondie había quedado atrás. Incluso le había creído su renovada heterosexualidá.

-Este se pone putito cuando se pasa con el fernet -comentó el boliviano, aún afirmando a Cuantascopas.

-Callate vos, boliviando pastabasero, vos no tenés derecho a hablar porque naciste en un ovoide de cocaína.

-¡Eh, eh, pará, Cuantascopas!

-Ah, me pueden decir putito y está bien, ¿no? -con cuea le entendía lo que decía-. Maradona se besa con chabones y no es tragasables. Yo no le manoteo el ganso a nadie.

-Fer...net -declaró finalmente Chuainstaiger, encogiéndose de hombros.

No quise seguir escuchando esa discusión sin sentido así que me fui por la puerta que estaba al lado del refri, la más piola. Era una ruta alternativa al patio del medio, pero al ver que también había gente ahí, decidí subir las escaleras que llevaban a la azotea del tercer piso.

Caminé hacia un extremo, lejos de una pareja que se manoseaba. Me senté en una silla de plástico mirando hacia la calle y vi las luces del Sheraton a la distancia. Me quedé ensimismada en las luces y me di cuenta entonces de que Ibizo me importaba, y mucho. Era el mejor amigo que cualquier persona pudiera desear, quizá demasiado buen amigo, y no podía negar que eso me hacía cosquillear la guata. Desde hacía un tiempo ya que Ibizo me provocaba más retorcijones que Ciruelax.

Siempre dije que la Javiera era una perra, pero creo que todas tenemos algo de Javieras en nuestro interior. Todas hemos sido un poco maraquimbis alguna vez. En este momento yo me sentía como una maraquimbi: no había pasado ni una semana de terminar con el Español y ya andaba sintiéndome mal por los besos que Ibizo se daba con otro. ¿Qué chucha ocurría conmigo? Mi cabeza era una confusión total y hasta que no aclarar eso en mi vida seguiría sin rumbo.

De una cosa estaba segura: necesitaba más amigos que Ibizo. Necesitaba a mis amigos de Chile. Contar exclusivamente con Ibizo era un arma de doble filo y aquello podía acabar mal. No quería arruinar nuestra amistad. ¿Por qué mierda no me había ido directo a Chile, sin más? 《Porque quieres estar con Ibizo》, respondió una vocecita en mi interior.

Como siempre cuando estaba triste y me sentía como la callampa, me acordé de mis ex. No con amor romántico, sino que con nostalgia, esa nostalgia culiá que cuesta que se vaya, nostalgia del qué hubiera sido si...
Robaconejos y Phillipe, que probablemente estarán leyendo esto porque no resistirán la sapeocidad, seguramente lo andaban pasando chancho. Seguramente no se hacen tantos dramas como yo, y eso lo afirmo con una verdad universal: no se hacen dramas porque son hombres, y los hombres nunca se hacen drama por nada. No se hacen drama al nivel de que da rabia que los weones no se compliquen la existencia como una.

En eso estaba reflexionando cuando sentí pasos en la escalera. Me sequé rápidamente las lágrimas que habían comenzado a asomar y me di vuelta para ver quién venía.

Era Ibizo.

-¡Te vai a matar subiendo esa escalera! -hice el ademán de pararme para ayudarlo porque me dio pánico imaginarlo rodando escaleras abajo como teleserie mexicana, pero me hizo un gesto con la mano que indicaba que estaba bien. No pude evitar notar, eso sí, que hacía una leve mueca de dolor cada vez que levantaba la pierna izquierda. Tanto carrete lo había dejado en pésimo estado físico.

Pepi La Fea 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora