Cierro los ojos y comienza...
Toda la semana ha hecho un frío de muerte, hasta lograr que los labios de mi amiga Liz se pusieran azules, al igual que mis manos. No ha salido el sol más que en las tardes a la hora de comer, aunque solo para calentar un rato y después esconderse de nuevo.
Como es de esperarse, todos y todas en la escuela llevan botas, chamarras estorbosas, gorros, guantes, bufandas... el equipaje perfecto para combatir el frío.
Llega un nuevo día y estoy harta de no quitarme el suéter y ponerme el mismo pantalón, ya que es el único que calienta. Así que, para cambiar, decido ir en pijama, la misma pijama con la cual duermo en días fríos, esa que hace que duerma como bebé gracias a su poder de mantenerme cual tamal recién hecho. Pero no hay de que preocuparse, nadie la verá, si nunca me quito el suéter, nadie se dará cuenta de lo que visto.
Este día no será la excepción.
O tal vez si lo fue.
Aparezco en la cafetería viendo el sol, lastima mis ojos y me obliga a sudar demasiado, la pijama es muy caliente para resistirlo ¿por qué, de todos los días de frío, hoy que llevo pijama sale el sol? y no nada más sale, sino que calienta a más no poder a todo el mundo.
Todos me ven, se han dado cuenta de que llevo pijama. Oso total
Abrí los ojos y todo había terminado.
