Era más de mediodía cuando se despertó. Su
ayuda de cámara había entrado varias veces de
puntillas en la habitación, preguntándose qué hacía
dormir hasta tan tarde a su amo. Dorian tocó final-
mente la campanilla, y Víctor apareció sin hacer
ruido con una taza de té y un montón de cartas en
una bandejita de porcelana de Sévres. Luego des-
corrió las cortinas de satén color oliva, con forro azul
irisado, que cubrían las tres altas ventanas de la
alcoba.
-El señor ha dormido muy bien esta noche -dijo,
sonriendo.
-¿Qué hora es, Víctor? -preguntó Dorian, todavía
medio despierto.
-La una y cuarto, señor.
¡Qué tarde ya! Se sentó en la cama y, después de
tomar unos sorbos de té, se ocupó del correo. Una
de las cartas era de lord Henry, y la habían traído a
mano por la mañana. Dorian vaciló un momento y
luego terminó por apartarla. Las demás las abrió
distraídamente. Contenían la usual colección de
tarjetas, invitaciones para cenar, entradas para ex-
posiciones privadas, programas de conciertos con
fines benéficos y otras cosas parecidas que llueven
todas las mañanas sobre los jóvenes de la buena
sociedad durante la temporada. Había también una
factura considerable por un juego de utensilios de
aseo Luis XV de plata repujada, factura que Dorian
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El retrato de Dorian Gray - Oscar Wilde
Classics- ¿Que es el arte?- preguntó ella. -Una enfermedad. -¿Y el amor? -Una ilusión. -¿La religión? -Lo que sustituye elegantemente a la fe. -Eres un escéptico. -¡Nunca! El escepticismo es el comienzo de la fe. -¿Qué eres entonces? -Definir es limitar. ...