-No me digas que vas a ser bueno -exclamó lord
Henry, sumergiendo los dedos en un cuenco de
cobre rojo lleno de agua de rosas-. Eres absoluta-
mente perfecto. Haz el favor de no cambiar.
Dorian Gray movió la cabeza.
-No, Harry, no. He hecho demasiadas cosas
horribles en mi vida. No voy a hacer ninguna más.
Ayer empecé con las buenas acciones.
-¿Dónde estuviste ayer?
-En el campo, Harry. Solo, en una humilde posa-
da. -Mi querido muchacho -dijo lord Henry sonrien-
do-, cualquiera puede ser bueno en el campo, don-
de no existen tentaciones. Ése es el motivo de que
las personas que no habitan en ciudades vivan to-
davía en estado de barbarie. La civilización no es
algo que se consiga fácilmente. Sólo hay dos mane-
ras. O se es culto o se está corrompido. La gente
del campo carece de ocasiones para ambas cosas,
de manera que sólo conocen el estancamiento. -
Cultura y corrupción -repitió Dorian-. Sé algo acerca
de esas dos cosas. Ahora me parece terrible que
vayan alguna vez unidas. Porque tengo un nuevo
ideal, Harry. Voy a cambiar. Creo que ya he cam-
biado.
-No me has contado cuál ha sido tu buena acción
de ayer. ¿O fue más de una? -preguntó su interlocu-
tor, mientras vertía sobre su plato una pequeña
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El retrato de Dorian Gray - Oscar Wilde
Classics- ¿Que es el arte?- preguntó ella. -Una enfermedad. -¿Y el amor? -Una ilusión. -¿La religión? -Lo que sustituye elegantemente a la fe. -Eres un escéptico. -¡Nunca! El escepticismo es el comienzo de la fe. -¿Qué eres entonces? -Definir es limitar. ...