Capítulo 14

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Alas nueve de la mañana del día siguiente, el

criado entró con una taza de chocolate en una ban-

deja y abrió las contraventanas. Dorian dormía apa-

ciblemente, tumbado sobre el lado derecho, con una

mano bajo la mejilla. Parecía un adolescente agota-

do por el juego o el estudio.

El ayuda de cámara tuvo que tocarle dos veces en

el hombro para despertarlo, y mientras abría los

ojos la sombra de una sonrisa cruzó por sus labios,

como si hubiera estado perdido en algún sueño

placentero. En realidad no había soñado en absolu-

to. Ninguna imagen, ni agradable ni dolorosa, había

turbado su descanso. Pero la juventud sonríe sin

motivo. Es uno de sus mayores encantos.

Volviéndose, Dorian Gray empezó a tomar a sor-

bos el chocolate, apoyándose en el codo. El dulce

sol de noviembre entraba a raudales en el cuarto. El

cielo resplandecía y había en el aire una tibieza

reconfortante. Era casi como una mañana de mayo.

Poco a poco, los acontecimientos de la noche an-

terior penetraron en su cerebro, avanzando a pasos

furtivos con los pies manchados de sangre, hasta


recobrar su forma con terrible claridad. En su rostro

apareció una mueca de dolor al recordar todo lo que

había sufrido y, por un momento, volvió a apoderar-

se de él, llenándolo de una cólera glacial, el extraño

sentimiento de odio que le había obligado a matar a

El retrato de Dorian Gray  - Oscar WildeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora