Cuando estaba desayunando a la mañana si-
guiente, el criado hizo entrar a Basil Hallward.
-Me alegro de haberte encontrado, Dorian -dijo el
pintor con entonación solemne-. Vine a verte ano-
che, y me dijeron que estabas en la ópera. Com-
prendí que no era posible. Pero siento que no dije-
ras adónde ibas en realidad. Pasé una velada horri-
ble, temiendo a medias que a una primera tragedia
pudiera seguirle otra. Creo que deberías haberme
telegrafiado cuando te enteraste de lo sucedido. Lo
leí casi por casualidad en la última edición del Glo-
be, que encontré en el club. Vine aquí de inmediato,
y sentí mucho no verte. No sé cómo explicarte cuán-
to lamento lo sucedido. Me hago cargo de lo mucho
que sufres. Pero, ¿dónde estabas? ¿Fuiste a ver a
la madre de esa muchacha? Por un momento pensé
en seguirte hasta allí. Daban la dirección en el pe-
riódico. Un lugar en Euston Road, ¿no es eso? Pero
tuve miedo de avivar un dolor que no me era posible
aliviar. ¡Pobre mujer! ¡En qué estado debe encon-
trarse! ¡Y su única hija! ¿Qué ha dicho sobre lo su-
cedido?
-Mi querido Basil, ¿cómo quieres que lo sepa? -
murmuró Dorian Gray, bebiendo un sorbo de pálido
vino blanco de una delicada copa de cristal vene-
ciano, adornada con perlas de oro, con aire de abu-
rrirse muchísimo-. Estaba en la ópera. Deberías
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El retrato de Dorian Gray - Oscar Wilde
Classics- ¿Que es el arte?- preguntó ella. -Una enfermedad. -¿Y el amor? -Una ilusión. -¿La religión? -Lo que sustituye elegantemente a la fe. -Eres un escéptico. -¡Nunca! El escepticismo es el comienzo de la fe. -¿Qué eres entonces? -Definir es limitar. ...