Capítulo 10

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Cuando entró el criado, lo miró fijamente, pre-

guntándose si se le habría ocurrido curiosear detrás

del biombo. Absolutamente impasible, Víctor espe-

raba sus órdenes. Dorian encendió un cigarrillo y se

acercó al espejo. En él vio reflejado con toda clari-

dad el rostro del ayuda de cámara, máscara perfec-

ta de servilismo. No había nada que temer por aquel

lado. Pero enseguida pensó que más le valía estar

en guardia.


Con voz reposada, le encargó decirle al ama de

llaves que quería verla, y que después fuese a la

tienda del marquista y le pidiese que enviara a dos

de sus hombres al instante. Le pareció que mientras

salía de la habitación, la mirada de Víctor se des-

viaba hacia el biombo. ¿O era imaginación suya?

Al cabo de un momento, con su vestido negro de

seda, y mitones de hilo a la vieja usanza cubriéndo-

le las manos, la señora Leaf entró, apresurada, en

la biblioteca. Dorian le pidió la llave del aula.

-¿La antigua aula, señor Dorian? -exclamó el ama

de llaves-. ¡Pero si está llena de polvo! Tengo que

limpiar y poner orden antes de dejarle entrar. No se

la puede ver tal como está, no señor.

-No quiero que ponga usted orden, Leaf. Sólo

quiero la llave.

-Lo que usted diga, señor, pero se llenará de tela-

rañas. Hace casi cinco años que no se abre, desde

El retrato de Dorian Gray  - Oscar WildeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora