7.- Bethany F. Gates

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Beth miró a su madre sin ánimos de molestarla. Parecía que todo la molestaba, pareciera que no la quería.

—¿Quieres algo?— Preguntó la madre al ver que Beth la miraba fijamente

Beth negó con la cabeza y siguió con el desayuno. Su madre se dio vuelta y siguió lavando los trastes. Su padre bajó muy apurado y tomó el portafolio que estaba frente a Beth.

—Adiós amor...nos vemos princesa... adiós campeones...— Fue lo único que dijo mientras salía

Beth miró la ventana desde la mesa y vio que su padre corría hasta el auto viejo y después se iba a toda prisa.

Él siempre estaba corriendo hacia todas partes, tenía un trabajo de día y de noche la hacia de guardia en una escuela preparatoria. Se la pasaba la mayoría del tiempo afuera o dormido, Beth casi nunca había hablado con él pero le confiaría cualquier cosa, era un excelente padre.

Su madre, por otro lado, era una persona perezosa, no le tenía aprecio a sus hijos y le tenía enojo a su esposo.

Casi un mes atrás, su padre tuvo la mala decisión de tener una amante, la madre se dio cuenta y armó un lío.

Desde entonces el padre hacía todo lo posible para volver a estar bien con su esposa y sus hijos. Carl, el más grande, lo odiaba por haber hecho eso y aun le tenía rencor. Beth lo había perdonado desde el primer instante, y el pequeño Leo nunca se enteró del porque estaban enojados.

La madre estaba enojada siempre con el padre, parecía que solo había decidido quedarse para joderlos a todos con su mal humor.

El padre daba dinero suficiente para todos, a la esposa no le faltaba nada, y a sus hijos ni se diga. Pero al parecer no era suficiente.

Beth siguió con el desayuno y su madre con los platos. El pequeño Leo estaba corriendo de aquí para allá con su estúpido dinosaurio buscando sus útiles y Carl miraba su horario en el refrigerador.

—Adiós mamá— Se despidió Carl

La mamá asintió sin mirar.

—Que te vaya bien— Habló después

Beth llevó su plato al lavavajillas y después tomó su mochila. Leo corrió hasta ella y la tomó de la mano.

—Ya nos vamos— Avisó la pelirosa

La madre no contestó ni asintió. Estaba enojada también con Beth por apoyar a su padre.

Leo jaló a Beth de la mano indicándole que ya se fueran. La pelirosa comenzó a caminar sintiéndose herida.

El camino era largo pero no aburrido, Leo tenía una inteligencia y madurez sorprendente, a pesar de tener 9 años; pero frente a la madre se hacía ver como un niño estúpido. Quería llamar la atención. Quería que su madre lo mirara y le dijera que se veía lindo pronunciando mal las palabras. Lamentablemente eso no sucedía.

—No te sientas mal por lo de mamá, Bethy.

—No, Leo, no estoy mal.

—Bethy... ¿Olvidas que te conozco? 

—Compórtate como un niño de 9 años, Leo.

Leo sonrió, Beth siempre lo iba a necesitar, él era una parte fundamental de su vida. Carl no mucho, él era como su madre, frío, rencoroso y muy explosivo.

Al llegar a la escuela primaria Leo se paró frente a Beth y la miró a los ojos.

—Beth...

—¿Qué, Leo? 

Amigos © (#1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora