Capítulo 22

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Samuel Dante

Tú eres Samuel y tú eres Aidandijo el hombre de bata blanca, y después acarició nuestras pequeñas cabezas. Yo cerré los ojos, no resistía esa intensa luz que proyectaban hacia nosotros unas lámparas que colgaban del techo, como si quisieran observarnos a detalle. —Ustedes me llamaran papá— sonrío, pero yo no lo hice, sólo miraba sus larga hilera de dientes y sus arrugas que acompañaban a sus pequeños ojos color ámbar. Después miré a mi compañero, y él si estaba sonriéndole. Parecía que al hombre le gustaba ese gesto, porque enseguida tomó en brazos a Aidan y se lo llevó.

—¿Solo te llevarás a uno?— preguntó un segundo hombre.

—Ese era el plan— dijo el primer hombre sin voltear a verlo, —además tú tienes a Emma, ella puede ayudarte.

—¿Quieres que lo criemos como si fuera nuestro hijo?— preguntó asombrado. Después se acercó a "papá". —Ellos no son nuestros hijos, son experimentos...

—¡Cállate, Jerry!— gritó furioso "papá". Encaró al hombre llamado Jerry y se le acercó a paso amenazante. —Nunca vuelvas a decir eso, en todo caso lo que sí serían ellos de nosotros es...— tragó saliva como si le pesará decirlo. Suspiró. —son familia, ellos son nuestros tíos. Pero es más familia tuya que mía, recuerda que estos niños son tres hermanos de tu padre. El que estuvo de acuerdo en hacer el experimento número 15 con su hermano muerto de semanas de nacido y con sus hermanos moribundos de tres meses de nacidos. Todos ellos congelados en las cápsulas de conservación y ¡resucitados por nosotros!

Me despierto agitado, como cada maldito día en que me encuentro cerca de Aidan. Sólo él me hace tener estos horribles recuerdos cuando se encuentra cerca, en los que marcaron nuestras vidas como experimentos de dos imbeciles que quisieron cumplir una estupida promesa.

Miro hacia donde se encuentra Aidan recostado, parece que ya ha despertado, pero se mantiene en silencio. Afortunadamente no se ha percatado de que he despertado, no soportaría sus infantiles bromas. Esperé toda la noche a que despertara por sí solo, incluso me quede dormido aquí en mi laboratorio. Recordando las palabras del que conocí como mi padre. Jerry. Él siempre me procuró en todo lo que necesitara, al igual que Emma, mi madre. Ellos me impulsaron a explotar mi inteligencia, hicieron que desarrollará de una manera más rápida mi lenguaje y habilidades motrices. Un día un niño, hijo de otro científico, quiso jugar conmigo. Recuerdo que me preguntó desde cuando sabía leer y hablar, yo le respondí que desde que tengo memoria siempre supe hacerlo.

—¿Me soltaras o tendré que seguir resistiendo no orinarme en los pantalones?— me pregunta Aidan sacándome de mis pensamientos. Yo me acerco y lo suelto. Él se sienta y empieza a estirar su cuerpo. —¿Dónde está el baño?— pregunta y yo apunto con mi dedo hacia el lugar. Él baja de la camilla y camina despreocupadamente mientras observa todo a su alrededor.

—Te espero en la oficina— Me hace una seña con su mano derecha, indicándome que me ha escuchado.

Yo por lo pronto llego a mi oficina, tomo asiento en mi silla ejecutiva y coloco mis brazos en el escritorio.

El comunicador que se encuentra instalado en la mesa, se enciende, indicándome que hay alguien que quiere hablar. Oprimo el pequeño cuadro metálico y plano, sale una luz azul, formando una especie de pequeña pantalla holografica. Y enseguida se escucha la voz de Moon.

»Señor, hemos acabado de entrevistar a Jakov« Me informa, después toco la pantalla y doy acceso a la imagen. Aparece Moon sola.

—¿Qué ha dicho?— le pregunto. Miro hacia la puerta, esperando que no esté cerca Aidan.

Dandrois HumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora