Valentina es una joven egresada de la universidad más prestigiosa de Montañas y Mares, que es de las pocas ciudades habitables de mayor lujo que han quedado después de la cuarta guerra mundial, aquí exclusivamente viven las personas más exitosas de...
—Bienvenido— Recibo a Aidan. Él me mira inquisitivo, lo contrario a mí; yo sólo lo observo como si quisiera descifrar exactamente lo que está pensando. Pero solo percibo dudas, confusión y vacío.
—Así que este es tu "pequeño hogar"— dice entre comillas, haciendo referencia a la gran extensión que ocupa mi castillo.
—Por favor, déjanos solos— le digo a Sahara. Ella asiente y se retira. Veo a Aidan que observa la puerta por donde ha salido Sahara, después voltea lentamente con su mirada baja, la levanta de apoco y me mira como si quisiera preguntar algo, pero que aún no decide las palabras correctas para hacer las preguntas exactas. —Puedes tomar asiento o caminar en círculos mientras hablo—, Él sonríe. Sabe que eso hace cuando está nervioso. —en realidad quiero que estés cómodo, Aidan—. Me mira sorprendido. Al parecer no esperaba mi comportamiento de empatía hacia con él. «No soy un engreído e insensible como muchos creen» Pienso con malestar.
Aidan mira las paredes de la alcoba, ya que nos encontramos en una estancia del castillo donde suelo relajarme a leer algo. No es mi biblioteca personal como tal, puesto que la biblioteca del castillo se encuentra en otro sitio cercano a este, pero está alcoba es más bella, ya que puedo observar a través de un gran ventanal de vidrio, los grandes árboles con sus aves como inquilinos. Alguno que otro insecto y de vez en cuando algunos pocos cebus.
—Tu hogar es increíble— dice Aidan con un poco de nostalgia. Y puedo saber porque está así. Me acerco a él, coloco mi mano en su hombro, pero enseguida siento algo extraño y opto por retirarla.
Me froto la muñeca de la mano y trago saliva. —Puedes vivir aquí, si lo deseas— le digo y él frunce su ceño. —Te lo dije antes y te lo vuelvo a decir. No es necesario que regreses con padre,— cierro los ojos y suspiro. Creo que esto me causa más enojo del que creí antes. —no tienes que ser su marioneta a la cual puede utilizar para acabarme. No tienes que servirle a él, tú eres más poderoso que muchas de las personas que conforman al grupo de padre, más inteligente que el grupo de científicos Sobrevivir, mucho más hábil que todos esos ineptos—. Mis palabras salen con más coraje del que esperaba. Pero es que esas personas creyeron que podrían "derrocarme" siendo un niño, y se equivocaron. Ahora utilizan a Aidan para manipularme. «Maldito Jeremías, si tan solo hubieras cumplido con tu parte, yo ahora no querría destruirte»
—Samuel— habla Aidan, sacandome de mis pensamientos. Lo miro y él ya se encuentra sentado en una silla color guinda aterciopelada. Él se desliza hasta mí con la silla que porta unas pequeñas ruedas. —¿Por qué estás tan molesto?— pregunta mientras se inclina hacia adelante y coloca sus codos sobre sus muslos. Me analiza. —Siento que estás enojado y algo...— se queda callado mientras me ve con sus ojos entrecerrados.
—Preocupado— termino la frase. Él asiente con una mirada comprensiva. Creo que él está igual.
—Cuéntame lo que pasó cuando nací— me dice sin más rodeos y yo hago una sonrisa forzosa. Me dejo caer en un sofá y cruzo mi pierna.
—Muy bien—, Extiendo mi mano, indicándole que se ponga cómodo también, él lo hace, aunque no muy cerca de mí. Sonrío y cierro mis ojos...
»Hace mucho tiempo, cuando el planeta tierra aún nos regalaba de sus riquezas, existió un niño llamado Slade, él contaba con tan solo 8 años de edad en ese entonces y su único amigo era un pajarillo de la especie pyrocephalusrubinus que se asomaba entre los barrotes de aquella celda húmeda, obscura y fría.
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