Capítulo 14

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Camino con paso inseguro, él aún sigue de espalda a mí y, yo sólo veo el ancho y grueso respaldo que se extiende por detrás de él, casi ocultando su amplia espalda, ya que sus hombros salen apenas unos centímetros a la vista. Inclusive la poca luz que adorna la habitación ayuda a darle ese toque de misterio a esta situación. Suspiro sonoramente, pero enseguida me interrumpo yo misma. «Rayos. Debo comportarme.» me reprendo mentalmente mientras observo casi inconscientemente la punta de mis zapatos.

—Toma asiento donde te plazca— me dice Dante aún dándome la espalda, aunque... si, estoy segura que es él. Su voz con un toque de indiferencia y algo ronca, pero sin llegar a ser madura; no puedo olvidarla. Veo a todos lados, decidiendo donde sentarme.

—Si...si, gracias— balbuceo y enseguida me dirijo a un sofá individual.

«Si, aquí me sentaré»

Sigo viendo la habitación; hay cuadros pintados en óleo y algunas fotografías artísticas, en ellas aparecen paisajes conocidos de aquí de Montañas y Mares, pero también hay otros que representan los continentes viejos, así como antes era el mundo, con su población conviviendo en sitios que hoy no existen. Pero hay uno en especial que logra captar toda mi atención y que al mismo tiempo me recuerda a las largas conversaciones que solía tener con mi abuelita Nati. Lo que esta plasmado en un cuadro con marco de metal, es a unos jóvenes como de mi edad, lanzándole agua de mar a una chica que parece estar dando un grito de alegría, todos ellos plasmados de igual forma con una sonrisa muy amplia marcada en cada facción de los jóvenes rostros. Admiro sus bañadores, son antiguos, lo que me hace sonreír involuntariamente por recordar el anhelo que me hacia sentir esas pláticas con mi abue, el desear algo que tal vez jamás podamos volver a disfrutar nosotros los seres humanos. Esa libertad con que gozábamos de las riquezas que nos ofrecía el planeta y de las cuales desafortunadamente ya están prohibidas.

—¿Te gustan?— rápido volteo. Dante se ha dado la vuelta, inclusive está de pie. ¿Cuanto tiempo llevara observándome? Que vergüenza.

—Si, son bellísimos— le digo y él asiente. Parece alguien más tranquilo, espero que ya no este molesto. Se acerca con con un caminar relajado y toma asiento cerca de mí. Yo sólo veo como se deja caer en ese gran cojinete del sofá al momento que sus manos se deslizan por los posa brazos.

—Bien, empecemos a hablar— me mira directo; hoy no parece alguien intimidante, pero aún así estoy nerviosa.

—Si, claro— bajo mi mirada y entrelazo mis dedos que están sobre mis muslos.

—¿Por qué no me miras?— me pregunta con un tono de voz muy curioso y para nada demandante

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—¿Por qué no me miras?— me pregunta con un tono de voz muy curioso y para nada demandante. Yo por mi parte no puedo evitar sonrojarme. «Creo que me estoy comportando como una tonta» levanto mis hombros inhalando aire y lo suelto en un bajo suspiro. Levanto mi rostro lentamente, empiezo a escánearlo primeramente de los pies; veo que viste totalmente de negro, inclusive sus calcetines son negros, «que raro ¿porqué no usara zapatos en su trabajo?» Su pantalón negro y un poco holgado, así como su camisa de manga larga en negra también, tienen un pequeño logotipo en color azul que dice "CorpH". Como la cápsula.
Y llega por fin mi vista hasta su rostro, sólo que antes me detengo en sus labios. Rayos. Su labio inferior tiene una pequeña lesión. Creo que moriré de vergüenza en este momento. ¿Debería disculparme? —¿A ti te duele?— lo miro sorprendida, —Veías mi labio, así que pensé que te estarías preguntando en si sentía dolor o que tal vez tú lo sientes.

Dandrois HumansDonde viven las historias. Descúbrelo ahora