Siempre Estaremos Juntos

Capítulo 20

*-*Jayce*-*

¡Maldición!

¿Qué pasa con mis padres?

Parecen unos completos extraños. Ya ni siquiera encubren sus diferencias. Hay algo que los molesta a ambos y no han sido capaces de solucionarlo como antes lo hacían. Recuerdo que cuando era niño se peleaban por pequeñeces, cosas sin sentido, banalidades y, al instante, lo arreglaban. Apenas me daba tiempo a parpadear cuando ellos ya estaban reconciliándose, con besos y arrumacos. Y aun, antes de lo sucedido —con lo del secuestro—, también solucionaban sus problemas con rapidez y eficacia. Esta vez, no ha sido así. Algo tiene que ver de lo que hablaban el otro día, pero no sé si tenía algo que ver conmigo o de mí... No sé qué pasa.

Es tan frustrante tener que verlos y hablar con ellos por separado, mi madre se ve triste y, claramente, trata de ocultar su dolor frente a mí ya todos. Y mi padre, es otra cosa, está enojado y aborrece a cualquiera que se le cruce en el camino. Esta insoportable. La única que puede aplacarlo es con quien esta distanciado, con mi madre. Que locura son los problemas maritales.

Necesito algunas respuestas, así que salgo de la oficina y voy directo a la casa de mis padres. Ella es mi única esperanza. Tal vez, mi hermana me aclare algunas cosas. O eso espero.

La encuentro sentada en el jardín.

—Esther —suelto de inmediato al salir al exterior de la casa—. ¿Qué carajos les pasa a papá y mamá que están tan tensos?

Ella me mira y sonríe cuando contesta:

—No sé, falta de sexo, supongo —se encoge de hombros como si fuera obvio.

—Si serás atrevida —me acerco sonriendo y me siento a su lado.

Una cosa a considerar de ella es que, es directa, va al grano y no se anda con rodeos. Pero esta vez, creo que quiere dar fin a este asunto y no seguir con él. No es lo usual. Ella es la única que podría sacarme de la oscuridad en la que estoy, pero no sé si realmente consiga algo.

Probemos suerte.

—Hermanita —la atraigo hacia mí con mi brazo en sus hombros—. Cuéntame cosas.

De repente, la siento ponerse tensa. Eso no augura nada bueno.

—¿Cómo cuáles? —me pregunta con cautela.

Eso solo quiere decir una cosa.

¡Me están ocultando algo importante!

—¿Lo ves? ¿Te das cuenta? Ya te pusiste como la cuerda de un violín —le recrimino.

—Son imaginaciones tuyas —contesta mientras me sonríe forzadamente.

Por esta vez, lo dejare pasar. Seguiré probando suerte.

—Quiero saber del tiempo en que no tuve memoria. Cuando le pregunto a nuestros padres es como si quisieran salir corriendo —digo mientras frunzo el ceño.

—No es así. Y además, no hay nada especial que contar —me da palmaditas en la pierna, se desase de mi agarre y se levanta. Me levanto en el acto.

¡Oh no, tu no hermanita! Necesito saber qué pasa.

—Pero, dime algo, ¿con quién salía? ¿Qué hice en ese tiempo? Por favor, Esther, necesito saberlo —le suplico con la angustia al borde, desesperado.

Ella me mira con preocupación y cariño, o más bien es lastima, por su expresión, estoy seguro que me va a decir lo que quiero saber.

—Bueno, tu esta...