Capitulo 18

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*-*Jayce*-*

—Eres delicioso, Jayce —gimotea una de las mujeres (la tercera que a bien recuerdo), que últimamente he usado para satisfacer mis deseos sexuales, mientras baja dejando una estela de besos desde mi pecho hacia mi abdomen.

Desde que me rescataron del maldito infierno que sufrí durante dos años, a manos del cartel de mafiosos más peligrosos de Carolina del Sur, y del país entero. He pasado, día tras día, tratando de recuperarme de tal golpe, sé que no estoy solo, tengo a mi familia, a mis amigos y a mi nana (que es como mi segunda madre para mí). Gracias a ellos, he podido recuperar algo del hombre que era antes del secuestro. Pero eso, no es lo que siento que necesito. Hay algo que me falta, algo que se me está yendo de las manos. Me siento impotente por no poder recordar que es pero que, por lo visto, se ha vuelto en algo que necesito y es vital en mi vida.

Así que, para tratar de despejar la nubosidad espesa en que estaba y aún está inmersa mi mente y los recuerdos, me escabullí a un viaje a Las Bahamas, en donde conocí a una francesa hermosa, con la cual flirteé por un par de días y después pasamos a lo siguiente, al sexo (una liberación que tanto me urgía), después de dos años de requisa. Tal vez, no se escuche bien como lo planteo, pero esa es la verdad. Y ella, no tuvo ninguna queja. Pero, yo sí. Me sentía miserable.

Al regresar de ese viaje, me encontré con una bella gerente de banco en una exhibición de proyectos agroindustriales a la que me arrastraron unos amigos (para nada tan cercanos), pero a lo que accedí de mala gana. Ella muy hermosa y todo, pero no guardo un momento agradable del tiempo juntos, de esa única noche. Ni siquiera tuve mi tan desesperada liberación cuando me planto un ultimátum: "si voy a estar contigo, no será solo hoy, sino siempre que yo quiera", esas palabras hicieron que se me erizara la piel y que mi miembro hambriento fuera cuesta abajo. Me afirmó su veredicto y yo solo, guarde a mi amigo, me subí la cremallera, agarre mi chaqueta y salí del cuarto de hotel sin mirar atrás y no me arrepiento, no quiero a alguien que dicte las cosas por mí y mucho menos en las cuestiones del sexo.

Y una parte en mí brillo de regocijo al saber que las manos de esa mujer no me tocaron, más de lo debido. Fue una sensación sumamente extraña.

Semanas después de eso, me encuentro aquí con Darla una famosa empresaria de moda en el mundo. Que aparte de esa garra de empresaria, es una mujer hermosa y joven, de veintiocho años, separada pero sin hijos. Con el cabello castaño oscuro, ojos miel y unas curvas de infarto. Que la hacen sexy y ardiente, tal y como me gustan. Aun así, falta algo que me conecte a ella y eso me estresa. Deseo tanto tener una relación, muy aparte de algo que "puro sexo", en donde se vean envueltos sentimientos y más, pero no es posible. Ese algo que no recuerdo y que me impide poder disfrutar al cien los escasos encuentros sexuales que he tenido, también me impide intimar con una mujer.

—Sigue así, sigue así —le demando con desesperación y premura para que me haga venir y olvidar de ese "algo" que me atormenta.

Darla me toma entre sus manos y presiona sus labios en la cabeza de mi miembro, coge ritmo y comienza a deslizarlo de arriba abajo. Después de lleno me tiene envuelto entre su cavidad bucal. Tratando de poder concentrarme en lo que ella hace, con ambas manos le presiono la cabeza y le impongo el ritmo que yo quiero, ella accede totalmente, dejándome salir y entrar en lo más profundo de su garganta. A mi gusto.

Con un ritmo acelerado, flexiono las caderas para poder conseguir una buena liberación. Y ella lo hace posible. Agarrando y acariciándome los testículos, con un par de arremetidas más, me libero en su boca y ella se relame los labios sin dejar escapar nada.

Consciente de lo que acabo de hacer, me remuevo incómodo. Ésta es la misma sensación que siempre tengo cuando intimido, no con alguien más, sino con una mujer.

Siempre Estaremos JuntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora