Descubiertos

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Hubo un silencio muy largo antes de que volviéramos a hablar, no sabía si decirle que pensaba lo mismo o reservarme ese punto en común para mí, toda mi vida cada vez que le confió a alguien mis pensamientos y emociones resultan ser personas desagradables y dañinas así que me juré a mi misma que absolutamente nadie se metería en mi mente tanto como para poder descubrir algún tipo de información que yo no le permitiera saber, y hasta ahora solo mi libreta donde escribo sabía mis secretos.

-Que hacías antes de subir?- me preguntó curioso.

-estaba leyendo un libro que me recomendó un desconocido jajajaja- reí al escucharme, eso era ridículo pero el libro era muuuuy bueno, esa persona sin conocerme me ha recomendado el mejor libro que he leído.

-Lo traes contigo?-  era una pregunta muy boba.

-Si claro, supuse que si había alguien en peligro lo podría salvar leyéndole un poco- rió y se encogió de hombros.

-Quizá mi mente era la que estaba en peligro- era un buen punto pero muy absurdo.

-no creo que yo pudiera sanar la mente de alguien  aunque lo intentara, sé me nota desde kilómetros de distancia que no soy una buena opción para ese trabajo, quizá te llevaría al psicólogo.

-Y alejarme de ti? NI LOCO- me sonrojé, teníamos solo un par de días de conocernos y ya decía esa clase de cosas que matarían de ternura a cualquiera.

Intenté decir algo pero mi lengua parecía que había desaparecido, no pude pensar nada adecuado para responder a eso, ni siquiera pude abrir la boca, solo me quedé ahí sonrojada con la cabeza baja un poco apenada, sentía su mirada y no se si lo imaginé o sonrió de manera tierna pero esa imagen no la podré borrar de mi mente nunca.

-ya te diste cuenta de lo que hay por allá?- señaló a lo lejos unas montañas y un lago pequeño.

-Ese es mi lugar favorito- no sé si él sabía de donde venía o por qué me mudé pero supo mostrarme desde mi nueva casa aquel paisaje que tanto amaba y extrañaba, los atardeceres en el lago, las aves volando y uno que otro animal que se acercaba a beber agua, los árboles enormes que debían tener cientos de años, las hojas color naranja a días de caer.

Todo estaba exactamente como me gustaba, dejé volar mi imaginación y podía sentirme ahí, como siempre sentada en la rama de algún árbol alto a observar, escuchando el canto del bosque.

La nueva casa me estaba dando algunos problemas, adaptarme a mis nuevos compañeros no iba tan bien como suponía y el único momento de inspiración que tuve desde que llegué fue cuando aquella melodía llegó a mi ventana, con todo lo que estaba pasando por mi cabeza en ese momento me olvidé de que estaba él en el techo de al lado.

-Andy, que haces aquí?- dijo una voz que venía del la otra parte del techo, era mi padre.

Mi MusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora