Capítulo II

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"Oh, por Dios... No puede ser", pensó Elena mortificada al verlo. ¡Era un sacerdote!

-Buenas noches a todos -saludó Juan de la Cruz con una sonrisa a pesar de que sabía que debería estar completamente sonrojado por la vergüenza de encontrarse frente a frente con aquella muchacha que por accidente lo había visto hacía pocos minutos en su traje de Adán.

-Padre... -Rebeca se acercó al recién llegado y le besó la mano.

-Buenas noches, Padre -saludó sonriente, Alberto.

Doña Joaquina al ver a su hijo completamente rojo, se preocupó y se acercó a él.

-¿Te sientes bien, hijo mío? -preguntó, mientras posaba una mano maternal sobre su frente.- Estás muy caliente. -frunció el ceño.

Escandalizado, Juan de la Cruz obtuvo un ataque de tos mientras con una palma se echaba aire al rostro, tratando de aliviar su bochorno.

-Estoy bien, madre -aseguró- Simplemente creo que hace un poco de calor aquí -mintió.

Doña Joaquina le sonrió con preocupación maternal.
Alberto se percató de que Elena había sido la única en no responder al saludo de Juan de la Cruz, cosa que lo sorprendió ya que ella era sumamente educada, así que se giró hacia ella y observó que tenía sus mejillas completamente ruborizadas.

-¿Se siente bien, Elena? -susurró preocupado.

Elena se sobresaltó al escucharlo y se sonrojó aún más.

-Sí -respondió.- Es solo que es verdad lo que dice... el Padre -espetó mirando al Juez, sin atreverse a mirar a Juan de la Cruz.- Aquí hace calor -sonrió a Alberto tratando de parecer convincente, se giró hacia Juan de la Cruz y sin mirarlo a la cara se acercó a él. Con nerviosismo lo tomó de la mano y se la llevó a los labios- Buenas noches... Padre.

Juan de la Cruz observó a la joven muchacha besarle la mano y se tranquilizó un poco al percatarse de que ella estaba igual de nerviosa e incómoda que él. Inspiró profundamente cuando ella le soltó la mano y por primera vez lo miró fijamente a los ojos.

-Buenas noches, hija -respondió mientras le dedicó una sonrisa fraternal, tratando de decirle que todo estaba bien y no había por qué preocuparse.

Elena se sonrojó aún más y desvió la mirada.

-Hijo, ella es Elena Carvajal -señaló Joaquina, quien pareció no percatarse de nada.

-Mucho gusto, Elena -dijo el sacerdote con voz amable.

Elena murmuró un "Igualmente".

-Elena es psicóloga -informó Joaquina.- Y ha aceptado ayudarnos con la casa hogar. -dijo con una enorme sonrisa.

Juan de la Cruz miró a su madre y a Elena alternativamente, visiblemente encantado y sorprendido.

-¡Eso es maravilloso! -exclamó.

La joven se ruborizó aún más.

-Tenemos que empezar a organizar eventos para recaudar fondos y comenzar cuanto antes la construcción de la casa hogar -dijo Rebeca con entusiasmo.

Elena aprovechó el momento para girarse y tratar de ubicar con la mirada a Juanito.
Alberto enarcó una ceja, mirando a su madre, a Doña Joaquina y a Juan de la Cruz, que de reojo miraba a Elena.

-¿En dónde construirán la casa hogar? -quiso saber el juez.

-Bueno, no será una construcción en sí -dijo Joaquina.- Una amiga mía que vive en el extranjero y que hace años que no viene a México, donó su humilde casa para esta noble acción -sonrió candorosamente.

La Cruz Del Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora