Capítulo XVIII

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-Tu vida se acaba.

Un frío silencio precedió a aquellas palabras.

-Por favor...

-Ya esperé bastante tiempo. –lo interrumpió.- Y el plazo se está agotando.

-Pero...

-¡Pero nada! –rugió la voz.- Tres semanas o ésta vez sí te mato. –sentenció.

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Por primera vez en meses, Elena disfrutaba de una hermosa y agradable velada en compañía de sus mejores amigos, de su pequeña Esperanza... Y de Juan de la Cruz. Todos estaban reunidos en la pequeña casita de Elena, ya que ésta no había querido ir a ningún otro lugar después de abandonar la prisión.
Dionisio y Cristina Ferrer la habían estado esperando fuera del despacho del rector para darle una grata sorpresa, la cual sin duda puso muy feliz a la joven. Y poco después, luego de realizar unos trámites y prometerle a Noemí que la visitaría, Elena había abandonado la cárcel. Los Ferrer le habían ofrecido que se hospedara con ellos, pero Elena se había negado en redondo declarando con firmeza querer ir a su casa y ahí estaban ahora...

-Insisto en que deberías venir con nosotros. –dijo Cristina, con preocupación en la voz.

Elena negó con la cabeza.

-Te lo agradezco, Cristina. Pero ya hemos dado bastantes molestias. –suspiró y miró con amor a la hermosa bebé que dormía entre sus brazos.

-No es ninguna molestia. –aseguró Cris.

-Además, Valenzuela puede estar cerca... -inquirió Dionisio, quien estaba sentado al lado de su mujer.

Elena se mordió el labio inferior, dudosa.
Juan de la Cruz ya sabía de la fuga de Valenzuela gracias a que Dionisio lo puso al tanto, así que habló:

-Si Elena insiste en pasar la noche aquí, yo me quedaré aquí para cuidarlas. –se ofreció.- Puede ser que Valenzuela esté cerca. –asintió Juan de la Cruz.- Pero no lo creo tan tonto como para atacar en una vecindad con muchos testigos.

Cristina disimuló una sonrisa, mientras que Elena miraba atónita a Juan de la Cruz.

-¿Te vas a quedar aquí? –preguntó Lena

Juan de la Cruz asintió.

-Por nada del mundo te dejaré sola, ni a ti ni a nuestra hija. –aseguró.

-Pero...

Dionisio interrumpió a Elena.

-Me parece una buena idea.

-A mí también. –acordó Cris, divertida.

Juan de la Cruz se cruzó de brazos y miró a Elena.

-¿Lo tomas o te vas con los Ferrer? –condicionó.

Elena lo fulminó con la mirada y accedió, lo que menos quería era darles más molestias a Dionisio y a Cristina.

-En ese caso, será mejor que nos vayamos para que descansen. –sonrió Dionisio y se puso de pie, seguido de su mujer.

Los Ferrer se despidieron brevemente y cuando Cris se acercó a Elena para abrazarla, le murmuró:

-Si necesitas algo no dudes en llamar ¿De acuerdo?

Elena asintió.

-De acuerdo... -sonrió.

Cris le devolvió la sonrisa y la abrazó de nuevo con cariño, Elena respondió al abrazo.

-Muchas gracias por cuidar de mi hija, Cris –agradeció nuevamente.- Por todo lo que has hecho por mí...

Elena ya le había dado las gracias a Cristina esa misma tarde al verse en la prisión, pero sentía que jamás podría pagarle tanta generosidad, tanto cariño, tanta confianza y apoyo...

La Cruz Del Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora