Capítulo IX

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Al llegar a la comisaría, Alberto encontró con Cristina en la sala de espera. Al verlo, ella se puso de pie y se acercó a él.

-Alberto, tienes que sacarlo de aquí. -le pidió Cristina, desesperada.

Él quiso decirle que así lo haría... pero habría mentido. Dionisio se encontraba en verdaderos aprietos y éste no había hecho nada por salir del embrollo, así que lo que Alberto podía hacer por Dionisio era muy poco...

-Trataré. -dijo finalmente, sabiendo que sería una noche larga sin duda.

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Era de noche y la sacristía se encontraba casi en penumbra a excepción de la tenue luz lunar que se filtraba por la ventana, pero a él no le molestaba la oscuridad así que continuó hincado mientras rezaba.

-Juan... -lo llamó una voz a sus espaldas.

Sorprendido, Juan de la Cruz detuvo sus plegarias al tiempo que se ponía de pie y se giraba hacia aquella voz tan familiar para él...

-¿Elena? -preguntó, quedándose sin aliento al verla delante de él, tan bella como siempre pero luciendo algo diferente... Y no supo definir porqué.

¿Qué la hacía lucir diferente en esta ocasión? Se preguntó. ¿Tal vez era su cabello suelto que caía por sus hombros en suaves hondas? ¿Quizá se trataba de sus tentadores labios pintados de rojo? ¿O acaso era aquel revelador vestido que dejaba a la vista de todos aquellas perfectas piernas, mientras que en la cintura se le estrechaba de una manera casi íntima?...

-¿Qué haces aquí? -nervioso desvió la mirada de aquellas piernas.

Elena dio un paso hacia él y le dedicó una media sonrisa durante un instante mientras se retorcía las manos en un gesto que delataba su nerviosismo.

-Quería verte... -respondió.- Tenía que verte. -corrigió sin dejar de mirarlo a los ojos.

-¿Ha pasado algo malo? -preguntó él con preocupación.

-No lo sé. Dímelo tú... -susurró con voz apenas audible, dando un paso más hacia él.

-¿Yo? -estaba confundido y perturbado con su cercanía.

Elena asintió.

-He estado pensando en lo que ocurrió entre nosotros...

-Elena... -la interrumpió.

Ella no lo escuchó.

-En tus palabras...

-Elena, no sigas... -se sentía nervioso.

-En tus besos...

-Elena, por favor... -sintiéndose cada vez más incómodo y temeroso de que ella fuera a rechazarlo... Y a terminar con su amistad.

Elena dio un paso más hacia Juan de la Cruz, quedando ambos a escasos centímetros de distancia, lo miró fijamente a los ojos y suspiró.

-No he podido dejar de pensar en todo ello -prosiguió sin hacer caso de sus protestas.- Y he llegado a una conclusión.

La curiosidad pudo más que la razón en Juan de la Cruz.

-¿A cuál conclusión? -no pudo evitar preguntar.

Elena suspiró, mientras lo miraba con intensidad...

-He llegado a la conclusión de que yo también te amo -confesó, mientras su mirada se teñía de un brillo especial.- A la conclusión de que ya no puedo, ni quiero, vivir sin ti. -concluyó con voz suave.

Juan de la Cruz la miró sorprendido, sintiendo en su interior un inmenso júbilo al saberse correspondido y al mismo tiempo, sintiendo por primera vez las cadenas a las que lo ataba su profesión...

La Cruz Del Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora