Capítulo XXV

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***Siete años después***

-Elena, no te muevas. –jadeó Juan de la Cruz.

Elena gimió.

-Tengo que moverme... -se quejó sintiendo cómo su cuerpo temblaba de pies a cabeza.

-No voy aguantar mucho tiempo. –advirtió él con la frente perlada por el sudor.

Elena gimió.

-¡Tienes que aguantar! –riñó.- Sólo un poco más... -jadeó y comenzó a moverse contra Juan de la Cruz.

La puerta de la habitación se abrió sin que ellos se dieran cuenta y ambos dieron un respingo al escuchar la voz de Isabella. Elena se movió bruscamente por el susto, provocando que con ello Juan de la Cruz se tambaleara hasta caer de bruces contra el suelo y ella irremediablemente cayó encima de él.
Isabella se recargó contra el marco de la puerta y se cruzó de brazos mientras miraba divertida como sus padres yacían en el suelo con sus cuerpos enredados en una extraña posición...

-¿Qué estaban haciendo, pillines? –preguntó Isa con una sonrisa traviesa.

-Isabella, las puertas se tocan. –la riñó Elena con la respiración acelerada mientras trataba de zafarse de Juan de la Cruz.

-¿Qué posición era esa, mamá? –prosiguió Isabella utilizando un tono inocente.

Elena gimió al percatarse del doble sentido.

-Isabella... -advirtió Juan de la Cruz, quien yacía boca abajo en el suelo.- ¡Elena, me estás lastimando mi brazo!

-¡Perdón!

Isabella soltó una carcajada y compadeciéndose de sus padres, fue hacia ellos y los ayudó a desenredarse.

-Papá, deberías sacar un seguro en caso de accidentes para cuando tú y mamá vuelvan a jugar twister. –bromeó ayudando a su madre a ponerse de pie.

-Gracias, hija. –suspiró Elena al verse libre nuevamente.

Juan de la Cruz también se puso de pie y se sacudió los pantalones de su pijama.

-¿Insinúas que no sabemos jugar a esta cosa? –preguntó con los ojos entrecerrados mientras señalaba el tablero de círculos de colores que estaba bajo sus pies.

Isabella los miró con inocencia.

-Yo no dije eso –aseguró.- Pero teniendo en cuenta como han terminado...

Elena soltó una risita, se acercó a su hija y le rodeó los hombros con un brazo.

-Eso es porque nos has asustado. –aseguró Juan de la Cruz.- Nosotros estábamos jugando muy bien.

Elena chasqueó la lengua.

-Yo estaba jugando bien, tú estabas a punto de caer y no querías que me moviera. –lo desmintió. Isabella soltó una carcajada mientras que su padre simplemente sonrió. Elena miró a su hija.- ¿Cómo te fue, Isa?

-Muy bien –sonrió Isa con la mirada brillante.-La película estuvo muy divertida y mis amigas casi se vuelven locas cuando Sebastián fue a recogerme –soltó una risita.

-Eso es porque tu hermano es un hombre muy guapo igual que tu padre. -bromeó Juan de la Cruz y se señaló la mejilla izquierda con un dedo.- Ven y dame mi beso.

Isa sonrió y encantada se acercó a su padre donde lo abrazó por el cuello.

-¡Mi papi es el hombre más guapo del mundo! -exclamó antes de estamparle un beso en la mejilla.

-¡Y tiene una hija preciosa! -sonrió él mientras la abrazaba con fuerza y también le besaba la mejilla con cariño.

Elena soltó una risita sintiéndose sumamente feliz mientras los miraba hacerse mimos mutuamente. Isabella, a sus 14 años seguía siendo aquella niñita encantadora que los había conquistado hacía varios años y sus ocurrencias eran una delicia para toda la familia. Sebastián al principio de haberse ido a vivir con Elena y Juan de la Cruz, se había mostrado un poco tímido pero poco a poco se había ido desenvolviendo gracias al amor que recibía en su nuevo hogar. Isa y Sebas desde un principio se habían mostrado muy sobreprotectores cuando de los mellizos se trataba, siempre habían estado al pendiente de los gemelos, los mimaban y jugaban con ellos, los gemelos a cambio adoraban a sus hermanos mayores y los perseguían todo el tiempo. Los cuatro se llevaban muy bien y se querían mucho, claro que eso tenía que ver con el hecho de que tanto Elena como Juan de la Cruz, jamás hicieron distinción alguna entre sus hijos y siempre los habían tratado (y seguían tratando) por igual. Juanito también formaba parte de la familia, también lo querían y trataban como a un hijo suyo, pero sólo vivía con ellos por temporadas ya que la mayor parte del tiempo lo pasaba con su abuela y ambos los visitaban a menudo, sobre todo Rebeca que adoraba a todos sus "nietos". Ahora, los gemelos tenían siete añitos y eran unos completos diablillos, todo el día se la pasaban corriendo de un lado a otro, haciendo travesuras. Juanito y Sebastián, ambos con dieciocho años, seguían siendo muy buenos amigos y recién acababan de ingresar a la Universidad; Juanito estaba estudiando Derecho como algún día había hecho su padre y Sebastián se había decidido por la medicina. Elena salió de sus pensamientos y se percató de que en ese momento, Isa y Juan de la Cruz se partían de risa, totalmente enfrascados en una guerra de cosquillas la cual iba ganando Isabella quien estaba a punto de cumplir quince años...
Elena soltó una risita al ver la guerra de cosquillas.

La Cruz Del Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora