Capítulo XI

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***Dos semanas después***

Habían sido unos días extremadamente agotadores, pensaba Elena mientras terminaba de acomodar las almohadas de la última cama del amplio dormitorio dónde dormirían las niñas. Con un suspiro se incorporó y observó la enorme habitacional con paredes en tonos rosa y una decoración un poco sencilla pero bonita. Durante las últimas dos semanas, las remodelaciones de la vieja casona habían andado a marchas forzadas para terminar lo antes posible. El segundo piso de la casa era exclusivamente el área de dormitorios, separando las habitaciones del ala éste para las niñas y las del ala oeste para los niños. Las habitaciones de cada ala habían sido conectadas entre sí, hasta formar un solo y basto dormitorio.
En la primera planta, contaban con un amplio comedor comunicado con una espaciosa cocina, también varias de las habitaciones que había en la planta baja, se habían transformado en salones donde los niños pudieran tomar clases. Una sala de estar, un cuarto de juegos interactivos, un despacho transformado en biblioteca, un jardín con juegos infantiles que Cristina había mandado colocar... Todo ello en dos semanas. Un arduo trabajo.
Durante esas dos semanas, los arreglos florales que recibía de Alberto Montiel no dejaron de llegar a casa como había pensado que sucedería después de haberlo rechazado... Cuando ella tocó el tema con el juez, él le suplicó que no lo tomara a mal y que fueran amigos, a lo cual ella no había podido negarse y durante esas dos semanas, todo fluyó tranquilamente entre ambos. Lo cual era bueno porque ella en un principio había sopesado la idea de renunciar a su empleo de institutriz, ya que no le agradaba demasiado la idea de trabajar para el mismo hombre que le había propuesto matrimonio y ella había tenido que rechazar.
En todos esos días, Elena había trabajado arduamente en la casa hogar colaborando junto a Cristina y a su hija Alejandra en la decoración de los interiores, así como también se había encargado de entrevistar y analizar psicológicamente a los profesores, cocineras y demás gente que se habían presentado con su currículum con la esperanza de colaborar en la nueva casa hogar... Pero también había estado sumamente ocupada con Juanito ya que éste estaba en sus últimos días de colegio y por lo tanto en temporada de exámenes finales, así que había tenido que pasar algunas tardes estudiando con él, lo cual le daba poco tiempo de atender a Isabella y a Sebastián y no le había quedado más remedio que pedirle ayuda a su hermana Chelo, quién ahora cuidaba y estaba con los niños a tiempo completo, al menos hasta que por la tarde noche Juan de la Cruz volvía a la parroquia...
Juan de la Cruz, pensó Elena con un suspiro, él era otra historia. Durante esas dos semanas, ella había intentado (en vano) hablar con él, explicarle... Pero él no se lo había permitido. Cada vez que ella le había insistido en que tenían que hablar, él le pedía que olvidara lo sucedido y ante la insistencia de ella, él había optado por esquivarla y evitar quedarse a solas con ella...

-Elena ¿Va todo bien?

Elena dio un respingo y se giró hacia Cristina, quien cruzada de brazos, la observaba con una sonrisa desde el marco de la entrada de la habitación. La señora Ferrer había llegado hacía un rato para ayudar a ultimar detalles, ya que había estado ausente la última semana, debido a que había viajado con su esposo a El Soto, lugar donde vivía, en busca de sus dos pequeños hijos: Camila y Dionisio.

-No te escuché entrar –sonrió Elena a medias.- Y sí, todo va bien. –aseguró.

Cristina la miró inquisitivamente.

-Estabas muy... pensativa.

Elena se puso un poco nerviosa. Cris se percató de ello y sonrió con cariño, dio un paso hacia la habitación cerrando la puerta detrás de ella y se acercó a Elena.

-Elena, nos conocemos desde hace un tiempo ya y creo que en estas últimas semanas hemos llegado a ser muy buenas amigas...

-Sí, bueno...

La Cruz Del Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora