Capítulo V

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"Esto no puede ser posible...", pensó con sorpresa y aún contemplando la escena que protagonizaban Elena y Juan de la Cruz.

Elena y el Padre... ¿El padre y Elena? Murmurando una maldición, volvió a salir y cerró la puerta con lentitud para no delatar su presencia.

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Elena seguía entre los brazos de Juan de la Cruz, se sentía sumamente feliz por la buena noticia que ni siquiera se percató de que estaba en contacto físico con un hombre, que era sacerdote pero hombre al fin y al cabo... Al pensar en ello, se tensó un poco. Él pareció darse cuenta y se apartó un poco para poder mirarla a los ojos sin perder su sonrisa.

-¿Ocurre algo, Elena?

Ella lo miró a los ojos y lo único que encontró fue amabilidad, respeto y algo más que no supo definir, pero sabía sin duda que a su lado no correría ningún peligro. Volvió a sonreír, tranquilizándose.

-No -meneó la cabeza.- Pero... ¡es que me siento tan feliz! -exclamó desviando el tema y recuperando la alegría.- Aunque no consigamos un benefactor pronto, tendremos ayuda.

Juan de la Cruz asintió y se apartó completamente de ella.

-Lo sé, es maravilloso.

-En ese caso...

Elena no pudo continuar ya que en ese preciso momento, la puerta principal se abrió y Juanito ingresó corriendo.

-¡Elena, Elena! ¡Ya estoy en casa!

La joven y el sacerdote se giraron para observar al niño que se acercaba a ellos a gran velocidad, hasta lanzarse a los brazos de Elena. Ella lo recibió gustosa y lo abrazó mientras reía, dándole la bienvenida. A Juan de la Cruz no le sorprendió ver el enorme cariño, que era más que evidente, que Elena le profesaba al niño, un cariño casi maternal...

-¡Pensé que no te vería al llegar! -dijo el niño.

Elena rompió el abrazo y se incorporó mirando con seriedad al niño.

-Esta mañana te prometí que estaría aquí esperándote ¿no?

El niño asintió con una sonrisa y se giró hacia el sacerdote.

-Hola, tío. -saludó.

-Hola, Juanito -respondió éste- ¿Cómo te fue en el colegio?

-Muy bien, tío. Hoy la maestra llevó un conejito a la escuela -dijo con emoción y los ojos desorbitados por la sorpresa.

Elena y Juan de la Cruz rieron al ver su expresión.

-¡Vaya! Reunión familiar ¿eh? -exclamó una voz jocosa.

La sonrisa de Elena se desvaneció al ver a Ernesto en el umbral de la entrada.

-Mi tío fue por mí a la escuela -explicó Juanito, sin darle demasiada importancia al asunto.

Elena asintió pero no dijo nada y el aire comenzó a hacerse un poco tenso, por lo que Juan de la Cruz intervino.

-Hola, Ernesto ¿cómo estás?

-Muy bien... Padre -sonriendo con sorna.- ¿Y a usted? ¿Qué tal le va?

-Muy bien, hijo.

Ernesto asintió sin eliminar aquella sonrisa sarcástica de su rostro.

-Sí... ya lo veo -dijo mirando a Juan de la Cruz y a Elena respectivamente.- Le va muy bien.

Juan de la Cruz no era tan tonto como para no percibir el doble sentido en las palabras de Ernesto y frunció los labios.

La Cruz Del Pecado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora